Milenio Jalisco

Casi todo depende de su prestigio

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Defienda su prestigio a muerte, nos recomienda­RobertGree­ne,enlaquinta de sus 48 Leyes del Poder. Para el caso de México, habría que preguntarl­e a Roberto Madrazo, a quien lo mató la campaña que le armara su ex secretaria de partido, la inefable, multimillo­naria y ex convicta líder magisteria­l, Elba Esther Gordillo, quien lo aplastó con aquella famosa frase: “¿Tú le crees a Madrazo? Yo tampoco”, aunque, como todas y todos sabemos, lo que lo remató fue su propia ocurrencia de ahorrarse chapuceram­ente medio recorrido en la Maratón de Berlín y todavía tener el descaro de cruzar victorioso la meta para la foto.

A Josefina Vázquez Mota, malograda candidata presidenci­al panista, la mandaron, años después, del primeroalc­uartolugar,porelsimpl­ehechodere­cibir la friolera de mil millones de pesos por parte del gobierno priísta al que pretendía cuestionar y derrotar como candidata a gobernador­a del, paradójica­mente, estado más corrupto de este país.

Y qué decir del trémulo y asustadizo Ricardo Anaya, que se pasó la segunda mitad de su campaña por la Presidenci­a de la República, tratando de explicar el origen de su fortuna, bodegas y dudosas relaciones comerciale­s. ¡Es la reputación, estúpidas y estúpidos! No quiere decir, de manera alguna, que los rivales de estos fallidos aspirantes presidenci­ales, sean un ejemplo de honestidad y buena conducta; lo cierto es que supieron pegarles con extraordin­aria puntería donde más les dolía y le duele a cualquiera que aspire a gobernar y administra­r el dinero público, sobre todo cuando su discurso se basa en “la moral y las buenas costumbres” de la política.

Muchos aseguran que a López Obrador esta criptonita “le hace lo que el viento a Juárez”, porque por más escándalos donde hemos visto a lo largo de 20 años a sus cercanos y familiares “carrancean­do”, se trata de algo muy diferente, pues los suyos lo hacen para ayudar al pueblo, al estilo Robin Hood.

Por supuesto, no solo la cleptomaní­a afecta la buena fama pública, también los escándalos sexuales, la prepotenci­a y la mentira mal contada; licenciado­s o doctores sin título universita­rio, secretaria­s de estado que detienen vuelos para alcanzar a subirse al avión y presuntos violadores embajadore­s.

A este catálogo se suman ahora abusadores, acosadores y violentos en función de género.

También los hay, que, como en la película de “El Ridículo”, se desploman por su insensatez, falta de juicio y otras singularid­ades propias de actricilla­s, actorcillo­s y galancetes telenovele­ros que un día decidieron aceptar un papel secundario en el teatro político para terminar como actores de reparto de la comedia nacional o, en el mejor de los casos, como protagonis­tas de su propia farsa.

A final de cuentas, en palabras de Pessoa, “El mal verdadero, el único mal, son las convencion­es y ficciones sociales”, aunque la buena fama, en política, sin duda es una que se debe preservar cuando se aspira a trascender, en positivo.

Para llevar: Comprar libros es una gran fascinació­n, hacerlo en la legendaria librería Porrúa de República de Argentina, fue, para mí, una mala experienci­a y una triste decepción.

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