Las fobias de Quadri
En el más reciente capítulo de la intolerancia mexicana aparece como actor principal el diputado panista Gabriel Quadri. La semana pasada estrenó públicamente un parlamento que, según su conciencia, no está cargado de odio y, sin embargo, los clavos oxidados que lo sostienen advierten otra cosa.
Con apariencia “liberal” propone un debate abierto y una discusión democrática, pero apenas se echa a andar contra la comunidad LGBTTTI —sobre todo contra las personas trans— y de inmediato convoca a la aniquilación del adversario. Afirma sin rubor que estamos ante “una guerra identitaria, una guerra cultural”, y la guerra nunca ha sido metáfora que sirva para emplazar a la conversación decente.
Gabriel Quadri desestima la lucha que la comunidad trans ha dado, en todo el mundo, para visibilizar la opresión, la violencia, la tortura, la mutilación y la muerte. Un viaje por su dolor haría que cualquier hombre sensato frenara la animosidad que lo mueve.
Para desestimar los argumentos de esta lucha, Quadri empaqueta razones que le son ostentosamente ajenas dentro de lo que él llama “la ideología trans.”
Sin detenerse a explicar, procede a descalificarla como una conspiración global con propósitos diabólicos.
Asegura que “la ideología trans” rompe los elementos básicos de la identidad biológica de las personas y que busca invisibilizar, desaparecer y deshumanizar a las mujeres.
Cabe preguntarse cómo es que visibilizando a las personas trans ocurre que desaparecen las mujeres y también si solo la identidad biológica define a los seres humanos.
En cualquier caso, es una frivolidad utilizar los términos deshumanizar y desparecer en un país donde cientos de mujeres sufren las peores formas del terror, sin que, por cierto, este diputado se haya manifestado jamás al respecto.
También afirma que“laideologíatrans” promueve el cambio de género en niñas y niños. Imitando el viejo argumento en contra de las personas homosexuales, Quadri supone que ofrecer una vida digna a las personas trans produce corrupción de menores.
Zoom: no se puede promover un debate abierto y argumental cuando al mismo tiempo se convoca a la guerra. Mientras lo primero se alimenta del respeto y la tolerancia, lo segundo sobrevive gracias a las fobias.
Afirma sin rubor que estamos ante “una guerra identitaria”