Ley 30. Que tus logros parezcan fáciles
Tus acciones deben parecer naturales y fáciles de realizar. Todo el esfuerzo y práctica que van en ellas, así como todas las habilidades del oficio deben encubrirse, al actuar, hazlo sin esfuerzo alguno, como si pudieras hacer muchas cosas más, evita la tentación de revelar cuanto trabajas, esto solo haría surgir preguntas; no enseñes tus habilidades a nadie o las usarán en tu contra”.
La número 30 de las 48 Leyes del Poder, de Robert Greene, parece recordarnos a tanta gente que vemos en los pasillos del poder queriendo hacerse notar, caminando a paso veloz de aquí para allá, llevando y trayendo, para que los demás los vean y exclamen sottovoce: “¡Oh, qué persona tan ocupada, siempre del tingo al tango, sin parar!”, cuando realmente se trata de buenos para nada, mediocres y pretenciosos godínez que solo engruesan las filas de la burocracia sin que a nadie le importe lo que hagan o dejen de hacer; cuando, por el contrario, quienes destacan, lideran y toman las decisiones, suelen ser personas de caminar pausado que hablan despacio y piensan dos veces antes lo que van a decir y solo dicen lo estrictamente necesario.
Siguiendo Greene, quienes conocen y poseen las artes y los dones para entender, perseguir, asumir y ejercer el poder, ni siquiera se molestan en hacer gala de sus habilidades, alcances y conocimientos; mantienen la guardia abajo y jamás enseñan sus armas, hasta que se ven obligados a usarlas.
Quién no recuerda aquel debate donde el impostado y pedante chico maravilla Ricardo Anaya, se topa con el experimentado y habilidoso Andrés Manuel López Obrador, quien termina propinándole tremenda paliza a su inexperto e ingenuo contrincante, que se esforzó sobremanera en hacerle ver al respetable público cuánto tiempo y empeño dedicaba todos los días en prepararse para aparecer como un joven intelectual muy bien estructurado pero mostrando a fin de cuentas su falta de autenticidad, consistencia y, para acabar pronto, barrio.
En cambio, sin tanto aspaviento, ni entrenamiento de medios, ni esquemas, ni modelos, ni diagramas de flujos, con un poco de sentido común, un lenguaje sencillo y algo de picardía, el actual presidente de México le dio el mismo trato que el Chavo del Ocho solía darle a Quico en la Vecindad, sin que en este caso llegara al rescate doña Florinda ni la Bruja del 71.
La naturalidad con la que un político se conduce, definitivamente, marca su camino, su jornada y su destino.
Rumbo a la sucesión presidencial de 2024, empiezan a asomarse los que aspiran y los que suspiran por ocupar el lugar de “Ya Sabes Quién”, unos queriendo demostrar lo leales que son a la causa de su líder, otros queriendo erigirse como los verdaderos opositores a este y finalmente, los que se consideran a sí mismos como los outsiders que llegan a irrumpir en la escena, fijando nuevas reglas y cambiando la historia electoral en México. Otra vez podremos apreciar cuáles de ellos tienen lo necesario para llegar a la recta final y cuántos se quedan en el camino por su falta de esencia y presencia.
De tarea: ¿Dónde ven ustedes a Enrique Alfaro?