Milenio Jalisco

Baja, Norte y Sur

- BRAULIO PERALTA

Baja California es un relámpago que aquieta el espíritu. He cruzado la Transpenin­sular dos veces y paladeado los sabores de su cocina, ese México oculto. He visto a las ballenas en Los Cabos, pero esta vez no corrí con suerte en La Paz. Sus desiertos no tienen un solo color a tierra: son paisajes lunares donde la noche se revienta de estrellas y de día el cielo y sus nubes son de un blanco virginal. Placer visual de coloridos.

Amo esta parte del mundo. Tijuana migratoria y gastronómi­ca. Ensenada vitiviníco­la. La Paz, el lugar donde la quietud es un fantasma que se queda contigo, sin sobresalto. En ninguna parte del territorio peninsular hay provincian­ismo inútil; donde existen pueblos abandonado­s que quedan suspendido­s, quietos para hacer una foto sin habitantes. O en esas pláticas cuando el pescador ofrece su mercancía sin asomo de humildad mal entendida. O el mesero que te trata sin ese servilismo de otros lugares donde lo que priva es el agachón. Miradas firmes en cuerpos libres que cuando caminan pareciera que la percha anuncia una aventura…

La historia de este territorio la narra magistralm­ente Fernando Jordán en El otro México. Biografía de Baja California —gratis en internet—, un recorrido por donde Hernán Cortés vino a dar nombre a estas tierras y el padre Kino llegó a inaugurar su iglesia para dominar conciencia­s. No se pudo. Acá la gente hizo su santuario de animales en las pinturas rupestres y se descubrier­on a sí mismos sin necesidad de atavismo religioso. Los desiertos, su luz, más fuerte que la fe en Dios. No tiene comparació­n el arrullo de las aguas con los sermones sacerdotal­es. Casi nadie va a misa de domingo.

Me escapé a La Paz para rememorar mis viajes por estos lares. En un descanso sin tiempo. Donde encontré motivos para seguir pensando un oficio que exige disciplina, sin aburrimien­to. Soy del Golfo de México pero en los lares de la península bajacalifo­rniana me identifico conmigo El tiempo decidirá lo que está por llegar, espero ._

mismo. Dunas y arenales, rocas como montañas, cactus ocres, verdes e irrepetibl­es, cielos infinitos. La mente se limpia para emprender un nuevo proyecto. No diré cuál es pero seguro que hasta yo me sorprender­é de la elección.

Acá la gente hizo su santuario de animales en las pinturas rupestres y se descubrier­on a sí mismos

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