Mundiales, lesiones y milagros
El 23 de junio de 1994 en el Estadio de los Gigantes de Nueva York, la selección italiana enfrentó en el segundo partido del campeonato a Noruega. Italia cayó 1-0 en el primero ante la República de Irlanda, y su participación en el Mundial empezaba a complicarse: la fase de grupos parecía otro típico drama italiano.
Al minuto 48 de aquel encuentro, un pase al borde del área es cortado por Franco Baresi, quien, con una barrida accidentada, evita que el noruego Oyvind Leonhardsen reciba el balón de cara a Luca Marchegiani, portero suplente, que entró de cambio al 21’ por Roberto Baggio, sacrificado por Sacchi ante la expulsión de Gianluca Pagliuca.
Segundos después, Baresi se lleva la mano a la rodilla derecha, intenta doblar la articulación y comprueba que algo se rompió. Sentado en el campo, el capitán nota el dolor, se incorpora y sale cojeando para ser atendido. Al minuto 49 abandona el juego sustituido por Luigi Apolloni, defensor del Parma, con una carrera discreta.
En pocos minutos, Italia perdía a su portero titular, a su mejor jugador y a su gran capitán. El partido termina felizmente 1-0 con gol de Dino Baggio, pero en la concentración italiana, el doctor Ferreti anuncia que Baresi fue intervenido en un hospital de Manhattan por una rotura de meniscos. En ese momento, nadie imaginaba que Italia llegaría a la Final de la Copa del Mundo, y mucho menos que Franco Baresi, recién operado, jugaría los 120 minutos contra Brasil de una forma espectacular.
Entre la lesión de Baresi y la Final, pasan 24 días: un milagro que recuerda el pundonor y la determinación del capitán italiano. Ayer, Jesús Corona sufrió una grave lesión a 92 días del Mundial. La dureza y su proceso de recuperación, incomparables con los de Baresi, arrojan un pronóstico desalentador. Sin embargo, el deporte suele tener milagros inesperados cuando hay un Mundial en el corazón del futbolista: ánimo Jesús.
Nadie imaginaba que Baresi, recién operado, jugaría los 120 minutos contra Brasil