Javier Marías
Gil subraya y arroja un puñado de párrafos de la más reciente novela del escritor español, Tomás Nevinson, un agente secreto que persigue diversos hechos violentos, en este caso actos de terrorismo probablemente perpetrados por una mujer
Las novelas largas le infunden un extraño respeto a Gil Gamés. En ésas estaba mientras leía la más reciente novela de Javier Marías: Tomás Nevinson (Alfaguara, 2021), un agente secreto que investiga, sigue, persigue diversos hechos violentos, en este caso actos de terrorismo probablemente perpetrados por una mujer. La novela carga con 680 páginas y mientras lee, Gil subraya y arroja un puñado de párrafos de esta historia de suspenso, secretos y memoria.
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¿Quién se acuerda de los inicios de nada, después del largo tiempo transcurrido? En una relación amorosa prolongada, ¿qué importancia tiene quién dio el primer paso o hizo el primer esfuerzo, quién se afanó en construirla y quién se fijó en quién, no digamos quién tiró el primer tejo inoculando así en el otro la idea amorosa o la visión sexual, haciendo que el otro mirara al uno a una luz nunca alumbrada hasta entonces?
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El tiempo suprime el tiempo, o el que viene borra al que le deja el sitio y se fue; el hoy no se suma al ayer sino que lo suplanta o lo ahuyenta, y en esa esfera sin apenas memoria la continuidad difumina qué fue antes y qué después, todo se convierte en un magma indistinguible […]
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Cuando uno da algo por zanjado, cuando uno corta un hilo que se ha alargado durante décadas –un amor, una amistad, una creencia, una ciudad o un trabajo–, todo lo que sujetaba ese hilo se aleja espantosamente y confunde nuestras percepciones. Todo el mundo tiene alguna lealtad depositada en algún lugar: hasta quienes por oficio o principio han renunciado a ella le reservan un hueco, normalmente tan secreto que ellos mismos pueden ignorarla y descubrirla de manera inesperada y tardía, sólo cuando se les revela.
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Mi memoria cada vez me juega peores pasadas: hay nombres, hechos y detalles que reproduzco con exactitud fotográfica, y otros del mismo periodo que son una nebulosa.
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Es fácil ocultar casi todo. La gente cree que no, pero en realidad carece de mérito, por naturaleza somos impenetrables y opacos y la mentira es invisible.
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Me hacía gracia Pérez Nuix, con sus ideas exageradas y peregrinas, con su apasionamiento y su rotundidad, en el fanatismo hay siempre entusiasmo, por eso es tan peligroso y contagioso, todo lo pinta muy simple y eso atrae a las multitudes. La templanza y la moderación no prenden, o les cuesta un mundo, años en lugar de días.
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En contra de lo que muestran demasiadas novelas y películas, ni siquiera los traicionados son capaces de mantener una tensión permanente, la tensión a que someten el odio y el afán de venganza que no se cumple. Hasta el más empeñado en recordar acaba medio olvidando, porque lo contrario equivale a abrazarse durante años a diario, y ni el más feroz soporta eso.
“El tiempo suprime el tiempo, o el que viene borra al que le deja el sitio y se fue”
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Todo deja de fabricarse antes de que nos muramos, sin la menor consideración hacia nuestros hábitos, nuestros gustos y nuestras lealtades.
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Estamos en manos de quienes nos conocen de antaño, los que más pueden perjudicarnos son quienes nos han visto de jóvenes y nos han moldeado, no digamos quienes nos han contratado y pagado, o se han portado bien y nos han hecho favores. Nadie escapa a eso, a lo que se sabe que sufrió o que hizo, a los ultrajes recibidos, a los miedos no vencidos y a los resarcimientos que nos hemos ido cobrando en presencia de testigos o con su vital ayuda. Por eso muchos detestan y no soportan a sus antiguos benefactores, y ven al que los sacó de un apuro o de la miseria, o aún los salvó de la muerte, como a su mayor peligro y a su mayor enemigo: es el último con quien desean cruzarse.
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Como todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras un mesero con cubrebocas se acerca con la charola que soporta el Glenfiddich 15, que ahora se vende aquí y allá a precios prohibitivos, Gil pone a circular una frase de Javier Marías por el mantel tan blanco: “El pasado es un intruso imposible de mantener a raya”.