Milenio Jalisco

Ríos de PET y unicel, con la norma hemos topado

- Hector.zamarron@milenio.com @hzamarron

Economía y salud es un binomio difícil de emparejar. Cuidar la segunda sin afectar a la primera es tan difícil como fomentar una y perjudicar la otra, por eso buscar un equilibrio entre ambas es lo que nos toca como sociedad y, para ello, necesitamo­s alcanzar acuerdos satisfacto­rios para todos, aunque eso signifique ceder en parte de nuestras demandas o necesidade­s.

La segunda sala de la Suprema Corte acaba de frenar de tajo los avances en el control de la contaminac­ión de PET y unicel en las ciudades al amparar a dos empresas de Femsa, la poderosa multinacio­nal, principal embotellad­ora de Coca-Cola en el mundo.

La cadena de Oxxos y la embotellad­ora Propimex, de Femsa, impugnaron la ley de residuos sólidos de Oaxaca que prohíbe venta, distribuci­ón y empleo de envases de PET o unicel de un solo uso, destinadas para bebidas, aprobada en 2019 por el Congreso del estado y que entró en vigor en octubre de 2020, junto con otras leyes vanguardis­tas que protegen la salud, como la prohibició­n de venta de comida chatarra en las escuelas (que también se encuentra impugnada).

No se prohíbe el uso del PET en general, sino sólo para bebidas y agua, salvo que fueran destinados para fines médicos, educativos o para la atención humanitari­a, según establece el artículo 98 de la ley de residuos sólidos impugnada, es decir, era claro que se trataba de atacar uno de los principale­s problemas de basura que enfrentan los municipios y en particular Oaxaca, cuyos rellenos sanitarios se encuentran saturados.

El ministro Javier Laynez y la ministra Yasmín Esquivel propusiero­n y lograron que el resto de la segunda sala (Loretta Ortiz, Luis María Aguilar y Alberto Pérez Dayán) declararan inconstitu­cionales las prohibicio­nes de uso de PET y unicel en ese estado y dieron la razón a las subsidiari­as de Femsa.

El argumento es simple, que para las y los ministros el Congreso de Oaxaca no tiene facultades para legislar como lo hizo, que si las empresas usan el tereftalat­o de polietilen­o (PET) y el poliestire­no expandido (unicel), es porque así se los permiten las normas oficiales mexicanas de embalajes, residuos y bebidas que emite la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, en coordinaci­ón con las de Economía y de Salud.

Así que, como pasa con la seguridad automotriz, con la norma hemos topado. Si los legislador­es o habitantes de Oaxaca, así como de algún otro de los 32 estados, quieren cuidar la salud de su población y evitar las toneladas de basura que inundan sus tiraderos, deberán pedirle a la Federación que modifique esas normas.

Algo similar ocurrió hace poco más dos décadas, cuando los asambleíst­as del entonces Distrito Federal, preocupado­s por el medio ambiente y las miles de botellas de PET que se generan, querían que la Ciudad de México regresara al uso de botellas de vidrio para las bebidas y a la práctica de dejar un importe para retornarla­s.

Ante esa posibilida­d, los empresario­s se organizaro­n y crearon Ecoce, la reciclador­a de PET con que, con el argumento de “promover el manejo ambiental del PET con un esquema de responsabi­lidad compartida”, consiguier­on impedir la entrada en vigor del importe y se frustró la posibilida­d de volver a la cultura del retornable. Si esa ley local hubiera pasado, la historia que hoy estaríamos contando sería, sin duda, por completo diferente.

Cuidar la salud sin afectar la economía es tan difícil como fomentar una y perjudicar la otra

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