Poética de la casa
Somos la suma de las casasquehemoshabitado. En cada una hemos dejado un archivo con elementos de nuestra intimidad del que podemos disponer. Somos la suma de todas nuestras casas pero el archivo más importante está en la primera, en la casa fundacional. “La infancia es rotundamente más grande que la realidad”, nos dice el filósofo Gaston Bachelard y nos invita, en uno de sus deslumbrantes ensayos (La poétique de l’espace, 1957) a revisar el archivo que dejamos en nuestra primera casa, y en las casas sucesivas, porque ahí está lo que somos.
Basta hacer un modesto esfuerzo de memoria e imaginación para llegar a esos archivos y, una vez ahí, quedamos ante la posibilidad de hacer un estudio psicológico de nuestra vida íntima, pero no a la manera del psicoanálisis, nos advierte el filósofo, sino del topoanálisis, de la atenta observación de los elementos del terreno, de los recuerdos, las sensaciones, las imágenes que encierra cada rincón de aquella casa.
¿Cuál es el camino hacia esa casa que no está perdida sino afincada, y a nuestra disposición, en el tiempo? En mi experiencia la puerta a ese camino se abre antes de quedarme dormido, en esa franja de duermevela practico una ensoñación activa y comienzo a desplazarme, valiéndome de la memoria y la imaginación, por el interior de la casa en la que vivía de niño, en un pueblo de Veracruz. En este acto topoanalítico siempre descubro algo que no había visto aunque ya estaba ahí: un deslumbramiento, un susto, un rudimento escatológico, una angustia o una sensación atmosférica, el resplandor de la felicidad. Estas incursiones en ese banco de memoria que es la primera casa han tenido para mí, a lo largo de los años, el efecto secundario de una buena parte de las novelas que he escrito.
Al margen de lo que cada quien puedaencontrarensuincursióntopoanalítica hay que considerar que setrata,literalmente,deunviajeala infancia, ese lugar en el que el abrumado adulto del siglo XXI siempre puede encontrar un poco de sosiego,deconsuelo,deluz._