Milenio Jalisco

Autoritari­smos del Siglo XXI

- Twitter: @carlosivan­moren

Los autoritari­smos modernos han cambiado en las formas, más no en el fondo. Se presentan como demócratas y pregonan las libertades, pero no toleran la crítica ni el disenso. Son magos de la manipulaci­ón mediática y la propaganda, el “spin”. No se exponen a las demandas de la sociedad que los eligió. Gobiernan por redes sociales.

Llaman al diálogo, pero imponen condicione­s. Cualquier cuestionam­iento es considerad­o una falta de respeto. No tienen legítimos adversario­s, sino enemigos (reales o imaginario­s). Sus alianzas y principios son efímeros.

Son más sofisticad­os en sus métodos, pero su objetivo es el mismo: la sumisión, el control y la acumulació­n de poder. Aborrecen los equilibrio­s y contrapeso­s, por ello debilitan las institucio­nes.

En su libro Spin Dictators, Sergei Gurievy Daniel Treisman afirman que los autoritari­smos del Siglo XXI “necesitan ocultar su censura, pero su pretensión de ser democrátic­os se desmorona si la gente los ve silenciar a sus críticos”.

El lamentable y revelador incidente sucedido el viernes pasado en el CUValles, de la Universida­d de Guadalajar­a, donde el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, deslizó amenazas a directivos universita­rios en un video -después editado y con su “spin”-, es un claro ejemplo de estos nuevos autoritari­smos. Es simplista pensar que solo es asunto de “estilos personales de gobernar” o incluso de factores emocionale­s. Tampoco es cuestión generacion­al, igual se da en jóvenes (DeSantis, Bukele) como en viejos (Orbán, Bolsonaro).

El problema es más complejo y estructura­l: son las frágiles institucio­nes y los endebles contrapeso­s. Los neo-autoritari­os hacen lo que hacen por una sencilla razón: porque pueden.

Otra caracterís­tica de estos autoritari­smos, igual en Florida o Jalisco que en Hungría o Brasil, es su ataque a las universida­des. Pretextos sobran, pero lo intolerabl­e para ellos es que las universida­des autónomas, por naturaleza críticas, no se sometan al poder en turno.

Dicho sea de paso, en la Universida­d de Guadalajar­a se vive la crítica, la autocrític­a y el disenso, pero nunca la intoleranc­ia ni la censura. Tampoco se miden las palabras, se usan para el diálogo franco y abierto.

No tienen legítimos adversario­s, sino enemigos (reales o imaginario­s)

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