Milenio Jalisco

Humanidad bajo la corona

- LUCÍA MENDEZ

EL DESTINO, o el karma, y la muerte han unido a las dos mujeres que convirtier­on a la vetusta Monarquía británica en la Monarquía global. Con 25 años de diferencia. La reina Isabel II murió un 8 de septiembre. Diana, Princesa de Gales, falleció en accidente en París un 31 de agosto. Isabel II era majestuosa­mente distante, regia y fría. Diana era rabiosamen­te humana, rutilante de día ante las cámaras y desgraciad­a y enferma por la noche en su cuarto.

Diana alcanzó la inmortalid­ad como cadáver joven que nunca envejecerá y, sin que nadie pudiera imaginarlo, obsequió a «The Queen» con el don de la humanidad. Isabel II, que siempre había creído que su calculada distancia con las lágrimas de las emociones populares era lo que hacía de ella una reina como Dios manda, tuvo que cambiar de opinión en una semana.

Los súbditos reclamaban cariño hacia la desgraciad­a princesa y Tony Blair le enseñaba encuestas que amenazaban seriamente a la Monarquía. Entre los miles de ramos de flores para Diana, que tapaban la entrada del palacio, había tarjetas de odio hacia la Reina: «La sangre de Diana está en vuestras manos».

El mundo entero asistió en directo a este drama. La reina –a su pesar– inclinó la cabeza ante el cadáver de su famosa nuera, los niños huérfanos caminaron detrás del féretro de su madre, y el ex marido hizo penitencia como el malo de la película.

La historia necesitaba un relato que, como los legendario­s pintores de la Corte, dejara constancia gráfica de la grandeza real. Por allí pasaba uno de los mejores guionistas de cine y televisión del mundo.

Se llama Peter Morgan y se enamoró de la inteligenc­ia de Isabel II hasta convertirl­a en mito cinematogr­áfico y televisivo. Si Aaron Sorkin hizo de la Casa Blanca el reino de todas las ilusiones políticas perdidas en El ala oeste, Peter Morgan elevó a Isabel a los altares de la iconografí­a. Lo hizo en dos cartas de amor y premios. The Queen y The

Crown. Obras de arte con ella como única protagonis­ta. Morgan humanizó a Su Majestad ante los ojos del mundo entero en imágenes catárticas para esa familia desestruct­urada. Así fue cómo Carlos III fue absuelto, la reina consorte Camila se redimió de sus pecados contra Diana, el Príncipe de Gales heredó el físico y el carisma de su madre y Henry protege a su mujer actriz de los peligros de la familia. Isabel II fue más reina que nunca cuando se conocieron las debilidade­s humanas escondidas debajo de la corona. No sería de extrañar que ella se inventara a Peter Morgan.

Isabel II fue más reina que nunca cuando conocimos sus debilidade­s

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ANTONIO HEREDIA Londinense­s siguen el discurso del rey Carlos en un pub.
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