Carne de cañón para Putin
El decreto de movilización parcial firmado por Putin ayer pone negro sobre blanco que el Kremlin no solo está perdiendo la guerra, sino que lo está haciendo de forma estrepitosa. Con la renuncia a tomar Kiev y Járkov poco más de un mes después de comenzar la guerra, Putin ya admitió el fracaso de su plan inicial: una guerra relámpago que hiciera colapsar al gobierno y ejército ucraniano en tres días y pusiera el país en manos de un títere afín. Así las cosas, reconfiguró su plan y reorganizó su fuerza de ocupación para anexionarse el máximo territorio posible en el sur y el este de Ucrania. Una vez más, calculó mal sus fuerzas, que siempre fueron insuficientes para cubrir un frente tan amplio y unos objetivos tan ambiciosos. Así, a poco que los ucranianos han ido desplegando las armas enviadas por EEUU y los europeos, así como movilizando nuevos efectivos, el ejército ruso se ha visto desbordado, rodeado y puesto en retirada por Ucrania en los territorios en los que Rusia pretendía hacerse fuerte, sufriendo cuantiosas bajas y pérdidas de material.
Putin lleva ya dos campañas perdidas, sin que esté claro todavía hasta dónde puede llegar el ejército ucraniano en el próximo mes: agotados los profesionales, los mercenarios de Wagner, los presos y las minorías étnicas, necesita carne de cañón para la tercera. La movilización parcial (de reservistas con experiencia militar) evita una movilización general que, como era previsible, está generando protestas, pero ya rompe, al menos parcialmente, el pacto no escrito por el cual la guerra de Ucrania era un asunto de Putin y del Kremlin y no de la sociedad. La cuestión es que esos 300.000 reservistas no van a estar disponibles inmediatamente, y tampoco van a cambiar el rumbo de la guerra, al menos por el momento. Por eso ha puesto en marcha los referendos de anexión de las cinco provincias que ocupa parcialmente (Donetsk, Lugansk, Járkov, Zaporiyia y Jersón): para reclamar el derecho de contraatacar, si no este año, el que viene, con el argumento de que son territorio ruso e, incluso, amenazar con el empleo de armas nucleares tácticas, justificado por el hecho de que serían para defender «su» territorio. Se trata de repetir la estrategia de Crimea, que tan bien le salió con una comunidad internacional que decidió mirar hacia otro lado y pasar página. Sin embargo, en su nueva huida hacia adelante Putin también calculará mal: el anexionismo alienará aún más a sus pocos amigos (desde Asia Central a China) y preocupará al resto de no alineados y equidistantes (comenzando por India) que no van a reconocer esas anexiones. Vamos a una guerra larga y a un Putin aún más aislado y peligroso.