¿Trump University a la mexicana?
Los oligarcas no entienden que no entienden. Creen que los graves problemas sociales se explican por falta de “personas exitosas”, y no por estructuras de privilegio y reproducción de la desigualdad, de las cuales ellos son beneficiarios.
Para estos personajes la solución de moda es crear “universidades”, que codifiquen y divulguen su visión del mundo: el pobre es pobre porque quiere; échele más ganas. ¡Aquí creamos triunfadores! Todo menos hablar de la trampa de la pobreza.
Ya un billonario populista creó la “Trump University”, cerrada por fraude. Ahora, Salinas Pliego anunció la creación de su “Universidad de la Libertad”. ¿Qué ofrecerá? El éxito, ni más ni menos. Según Salinas, en su universidad será “mucho más valioso (sic) una sesión que un año de escuela tradicional”. Tan nutritivo como la comida rápida.
¿Cuál será su modelo académico? Esta frase lo resume: “No vamos a ganar nada bajando a los demás, hay que elevarnos todos; por eso me molesta tanto ese discurso de la igualdad, ¿cuál igualdad? Todos somos desiguales y qué bueno que seamos desiguales, eso es lo que nos hace humanos”. No, no es la desigualdad lo que nos hace humanos, es la empatía.
Más que crear universidades, a estos billonarios les urge regresar a sus aulas, para entender los factores que explican y reproducen sus fortunas. Un curso sobre “justicia” y “meritocracia”, de Michael Sandel, por ejemplo, sería un buen comienzo para mesurar la arrogancia de quienes consideran que su posición responde, principalmente, a sus méritos.
En realidad, para los 58 millones de mexicanos en pobreza “querer no siempre es poder”; en juego están diversos factores que condicionan y determinan, de origen, la probabilidad de alcanzar el éxito y movilidad social.
Las universidades “tradicionales” necesitamos transformarnos y ser más flexibles, sí, pero no para reproducir el mito meritocrático, sino para promover el pensamiento crítico y la solución a graves problemas sociales, como la oprobiosa concentración de la riqueza.
Necesitamos más universidades, pero no para fomentar la arrogancia y la “mentalidad de tiburón”, sino para formar estudiantes sensibles y empáticos con los menos afortunados.
A estos billonarios les urge regresar a sus aulas para aprender