Milenio - Laberinto

DELIA CASANOVA Y BLANCA GUERRA

- BRAULIO PERALTA

Un camerino. Aparece Blanca Guerra vestida como Andrea Palma en La mujer del puerto, fumando. Camina rumbo a dos espejos. Piensa, habla consigo misma. Va a uno de los espejos. Se sienta. Apaga el cigarro. Se desviste. Usa una bata similar a la que usó en El imperio de la fortuna. Retoca su cabello. Susurra sin que entendamos lo que dice.

Se maquilla en el momento en que aparece Delia Casanova, en bata, quien camina hacia el otro espejo, frente a Blanca. La mira, no sabemos si con afecto u odio. El espectador duda de sus actitudes. Delia muestra claras contradicc­iones, la incomodida­d de estar en escena. Meditativa, dice a Blanca:

Delia: El teatro es un pozo de encuentros con uno mismo. No hay manera de dejarnos vencer por el presente. Tenemos que recurrir a la historia que somos para estar en la escena.

Blanca: No, manita. Me niego a ser pasado. Tú porque te has dejado vencer, yo no, me parece que…

Delia: Me parece que pecas de arrogancia. No eres una niña y no estamos para cineastas ni directores que buscan novedad, nuevas generacion­es, admítelo. No somos protagónic­as, nos usan de reparto.

Blanca: Somos actrices. ¡Actrices! Nacimos para eso y así vamos a morir. Que no me digan que no sabemos actuar. Somos de una estirpe que viene de atrás. Nadie es nadie sin pasado, sin historia, sin público. ¿A poco la gente no recuerda a Ofelia Guilmain como la señorona de las tragedias; a María Teresa Montoya o a María Douglas en Las tentacione­s de María Egipciaca cuando…?

Delia: En esa época la televisión casi no existía. El teatro era el corazón de los actores. Ellas no tuvieron que lidiar con el espectácul­o. Hoy cualquiera puede pararse a decir que puede interpreta­r un personaje que no tiene ni trama ni historia y lo único que piden es una nariz respingada y un cuerpo de sílfide. No encajamos en ese traje.

Blanca: Perdóname, manita, pero no se trata de ser bella. La belleza igual es un asunto interior. Luché por ser actriz y estuvieron a punto de partirme la madre por encasillar­me en estrellita al lado de Vicente Fernández o Valentín Trujillo. Busqué a como diera lugar a los directores serios para actuar, ¡para actuar!, no para posar en traje de baño. Pero ojo, no me arrepiento de hacer cine comercial. Tenía que vivir y hacer público.

Delia: Y tuviste que desnudarte también, o en trajecito de baño, de bikini. No mientas, Blanca, posaste y te gustaba.

Blanca: Me encantaba. Por qué no. Siempre fui guapa, lo digo sin vanidad. Qué querías: o trabajaba o me llevaba la chingada. No podía omitir mi juventud, no te hagas. Tú también te desnudaste en El apando, acuérdate, Delia. Y te veías muy campante y muy bonita… hasta que engordaste. Delia: Blanca…Eso… Eso… Me ha costado trabajo. Telón. Cambio de escena.

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ESPECIAL Delia Casanova y Blanca Guerra

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