Milenio - Laberinto

Vocación de denuncia

- ROBERTO PLIEGO robertopli­ego61@gmail.com

Ajuzgar por su más reciente novela, Vientos de Santa Ana, y ahora por los seis cuentos que componen Dispárenme como a Blancornel­as, Daniel Salinas Basave ha pasado muchas horas en las filas del periodismo. Conoce sus reglas no escritas y los sinsabores que deja entre la tropa. Pero eso no significa que tenga la solvencia necesaria para encarar narrativam­ente ese mundo donde el fracaso suele juzgarse como una enfermedad contagiosa.

Resulta más que monótona la intervenci­ón de esos desahuciad­os que mueren de tedio en cada relato. Son, diríamos, la misma figura desdoblada con ligeras variacione­s. Si no es el reportero de la fuente policiaca que recurre a dos pistoleros para que ejecuten su propia muerte en un acto insensato por ganar la notoriedad que nunca le ha sido dada, es otro reportero de la fuente policiaca que conduce a la reina de la novela negra en Suecia por la selva de sangre de Ciudad Juárez, o el editor de un diario que debe cubrir el mitin de Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas y elige faltar a su cita con la Historia a cambio de una cena improducti­va en San Diego. Hay un regusto morboso por exponer las miserias de quienes no han obtenido el favor del alcalde o el gobernador en turno y por lamentar la buena estrella de los profesiona­les de la pluma al servicio de los poderosos. De modo que uno apenas puede hacer a un lado la impresión de que Salinas Basave ha urdido sus relatos más como desahogos laborales que como aventuras literarias.

La buena escritura no entra en sus planes. Quiere, sobre todo, constatar que el destino de la mayoría de los periodista­s es malgastar la vida “tecleando millones y millones de palabras” que terminan “como cucurucho de tomates o cagadero de mascotas”, y para ello no dispone de más recurso que el de la llana redacción en clave autocompas­iva: “fui a parar a la redacción de un periódico, que es donde paran todos los que no saben qué hacer con su vida cuando les ha quedado claro que no tienen las herramient­as para conseguir eso que llaman triunfo”. Los personajes de Dispárenme como a Blancornel­as lloriquean —solo saben de eso y, para ser fieles al cliché, de beber con esforzado lirismo— viendo cómo es casi imposible obtenerlo.

Por más que se empeñe en construir argumentos, Salinas Basave no puede evitar el tono de denuncia, la tumba y la cruz de quienes aspiran a la buena literatura. Pues a quién le importa la mala conducta de los institutos de cultura de Hermosillo y Tijuana, a quién las presentaci­ones de libros en una cantina maloliente de Ensenada. Eso se sigue llamando provincian­ismo.

 ?? DISPÁRENME COMO A BLANCORNEL­AS ?? Daniel Salinas Basave Nitro/ Press México, 2016
DISPÁRENME COMO A BLANCORNEL­AS Daniel Salinas Basave Nitro/ Press México, 2016

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