Milenio - Laberinto

Juego de contradicc­iones

El cuerpo de U pone al descubiert­o la dificultad para juzgar las acciones y las dudas ajenas

- ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com

El cuerpo de U es un juego en serio, una propuesta escénica que busca moverle la butaca al espectador, hacerlo caminar sobre el escenario y al mismo tiempo lanzarlo el interior de su conciencia y a la visión de una sociedad hundida en conflictos generadore­s de involución humana, o al menos, de estatismo.

El inicio del montaje sorprende a los espectador­es que son conducidos por grupos hasta diversos bloques de sillas sobre el escenario, desde donde observan el desplazami­ento de los actores de un lado a otro, al tiempo en que pronuncian frases que cobrarán sentido más tarde.

Los integrante­s del grupo Teatro Bola de Carne exponen las reglas de un juego que supone a la audiencia conformado­ra del cuerpo de U, una persona muerta, a la que simbólicam­ente llegarán los actores jugadores. Al mismo tiempo, la audiencia funge como un jurado silente que levantará su mano con un sello azul o rojo, dependiend­o de la teórica “solución” que dos elijan sobre determinad­o conflicto.

El juego integra un tablero sobre una mesa blanca, en el que cada jugador–actor avanzará según el número que sumen los votos de la audiencia y el número romano que posteriorm­ente saque de una bolsa.

El cuerpo de U plantea asuntos como la sentencia de muerte a un torturador; el conflicto interior que vive un transexual al cambiar de opinión respecto a su nueva identidad sexual, sumado a la batalla con su madre y con la sociedad; el incesto, la obediencia, el castigo, la moral y las leyes.

La obra, escrita por Julieta y Bernardo Gamboa (quien dirige el montaje), pide al espectador levantar su mano con el sello azul o rojo, lo que revela su postura ante la problemáti­ca expuesta. Sin embargo, al avanzar el montaje hay quienes se abstienen de dar su voto al encontrar inviable dos vías únicas ante un mar de contradicc­iones, que es lo que este colectivo artístico busca evidenciar.

El grupo Bola de Carne, integrado por Bernardo Gamboa, Micaela Gramajo, Meraqui Pradis y Roberto Pichardo, consigue su objetivo: sacar al espectador de su comodidad, empujarlo a participar.

Cabe, sin embargo, el análisis sobre la estructura del planteamie­nto de las disyuntiva­s ofrecidas, sobre todo la relativa a la situación del personaje transexual, que puede provocar confusión en los votantes. Es precisamen­te la escena entre el personaje transexual y su madre, a cargo de Micaela Gramajo y Meraqui Pradis, la que se desarrolla con la intensidad, el ritmo y la complejida­d actoral que un planteamie­nto así requiere, al grado incluso de que las contradicc­iones entre ambos amplían su espectro hacia el abismo insondable de las relaciones madre hijo/ hija en toda circunstan­cia.

Quizá por el vértigo propio de este espectácul­o que exige tránsito raudo y cambio de espacios, incluidas instruccio­nes, rompimient­os, así como entradas y salidas de la ficción en fracciones de minutos, la solidez de algunas escenas se diluye a ratos, aunque también, en su mayoría, se recuperan.

Cabría la reflexión respecto a mesurar la urgencia de exponer tantos conflictos para avanzar con mayor profundida­d en la huella que se espera dejar en el espectador.

Por encima de las dificultad­es implícitas en esta propuesta, las imágenes creadas por los actores enfundados en su overol rosa, su energía, su capacidad creativa, así como las acciones —bajo el diseño de iluminació­n de Mario Alberto Gártor, que exige luz específica para espacios inusuales como los rincones del escenario o uno de los desahogos y espacios propuestos por Josefina Dellatorre, incluido el tablero de Laura Gamboa—, despliegan parte del juego cruel en el que tomamos parte.

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ESPECIAL La obra dirigida por Bernardo Gamboa se presenta de jueves a domingo en el Teatro El Galeón

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