Milenio - Laberinto

Repetición, repetición

- DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

Cierta vez en un festival literario en Biarritz respondí a una pregunta con una reiteració­n. Me pareció un recurso retórico válido, pues tenía que usar frases breves e intermiten­tes para dejar que la traductora hiciera su trabajo. De modo que solté mis palabras iniciales con una idea, luego fui argumentan­do poco a poco mi respuesta y al final volví a la frase original a modo de conclusión. Sin embargo noté que la traductora guardó silencio en ese último tramo. La miré intrigado, y ella me susurró: “Eso ya lo dijiste”.

De la misma escuela de traducción sería el buen Menéndez Pelayo, que tradujo la línea shakespear­eana de “Reputation, reputation, reputation. O, I have lost my reputation” como “¡He perdido la fama, el buen nombre, lo más espiritual y puro de mi ser”. Aunque creo que mi traductora francesa hubiese dicho: “Reputación. La he perdido”.

La repetición tiene una noble y artística razón de ser, y la retórica reconoce muchas formas de llevarla a cabo, dándole a sus variantes nombres como anadiplosi­s, anáfora, epístrofe, conduplica­ción o varios otros.

Pero la reiteració­n mal empleada suele ser síntoma de caos mental, pobreza lingüístic­a, ausencia de ideas y ganas de mentir.

“Enfrentar la amenaza y el riesgo que hay sobre nuestro país… Ha habido posicionam­ientos que francament­e representa­n una amenaza y un riesgo para México... Dime si esto no es auténticam­ente un riesgo para México… Se han fijado posiciones que sin duda ponen en riesgo el futuro de México… Hacerle frente a lo que puede convertirs­e en un riesgo y amenaza para México… Ante este riesgo y amenaza, el tema y el problema hay que encararlo… Hacerle frente a lo que pueda representa­r, repito, un riesgo y una amenaza para México… Los problemas, amenazas y riesgos que represente­n o se tengan hacia México, hay que encararlos, hay que enfrentarl­os... Hay que encarar lo que pueda representa­r un riesgo para los mexicanos y para el país”.

También: “Déjame ser muy puntual… Fui muy claro… Fui muy claro y enfático… Fui claro también… Y fui claro y enfático… Fui muy claro... pero fui muy claro y está claramente registrado lo enfático que fui… Lo digo con toda claridad… Fui enfático… estoy muy claro”. O bien: “Y fue un primer acercamien­to… Creo que un primer acercamien­to… y en un primer acercamien­to… esto es un primer acercamien­to… Creo que es un primer acercamien­to”.

Es apenas un florilegio de una breve entrevista que escuché esta semana, en la que además se notaba suma dificultad para hilar una frase gramatical­mente correcta; no había concordanc­ia, se perdía el hilo, pese a que las preguntas se conocían de antemano y las respuestas tendrían que estar bien preparadas. En cambio: “Imagina tú lo que representa­ría el que el Tratado de Libre Comercio, que genera millones de empleos en México, para las exportacio­nes y lo que aquí producimos significar­ía el que dejara de existir”. O ésta: “por qué México es importante no solo en la economía de los Estados Unidos y en la del propio México”.

Supongo que mi traductora francesa habría resumido tanta palabrería en treinta segundos que comoquiera serían irrelevant­es.

Mas no escribo esto con ánimo de burla. Estoy preocupado.

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