Repetición, repetición
Cierta vez en un festival literario en Biarritz respondí a una pregunta con una reiteración. Me pareció un recurso retórico válido, pues tenía que usar frases breves e intermitentes para dejar que la traductora hiciera su trabajo. De modo que solté mis palabras iniciales con una idea, luego fui argumentando poco a poco mi respuesta y al final volví a la frase original a modo de conclusión. Sin embargo noté que la traductora guardó silencio en ese último tramo. La miré intrigado, y ella me susurró: “Eso ya lo dijiste”.
De la misma escuela de traducción sería el buen Menéndez Pelayo, que tradujo la línea shakespeareana de “Reputation, reputation, reputation. O, I have lost my reputation” como “¡He perdido la fama, el buen nombre, lo más espiritual y puro de mi ser”. Aunque creo que mi traductora francesa hubiese dicho: “Reputación. La he perdido”.
La repetición tiene una noble y artística razón de ser, y la retórica reconoce muchas formas de llevarla a cabo, dándole a sus variantes nombres como anadiplosis, anáfora, epístrofe, conduplicación o varios otros.
Pero la reiteración mal empleada suele ser síntoma de caos mental, pobreza lingüística, ausencia de ideas y ganas de mentir.
“Enfrentar la amenaza y el riesgo que hay sobre nuestro país… Ha habido posicionamientos que francamente representan una amenaza y un riesgo para México... Dime si esto no es auténticamente un riesgo para México… Se han fijado posiciones que sin duda ponen en riesgo el futuro de México… Hacerle frente a lo que puede convertirse en un riesgo y amenaza para México… Ante este riesgo y amenaza, el tema y el problema hay que encararlo… Hacerle frente a lo que pueda representar, repito, un riesgo y una amenaza para México… Los problemas, amenazas y riesgos que representen o se tengan hacia México, hay que encararlos, hay que enfrentarlos... Hay que encarar lo que pueda representar un riesgo para los mexicanos y para el país”.
También: “Déjame ser muy puntual… Fui muy claro… Fui muy claro y enfático… Fui claro también… Y fui claro y enfático… Fui muy claro... pero fui muy claro y está claramente registrado lo enfático que fui… Lo digo con toda claridad… Fui enfático… estoy muy claro”. O bien: “Y fue un primer acercamiento… Creo que un primer acercamiento… y en un primer acercamiento… esto es un primer acercamiento… Creo que es un primer acercamiento”.
Es apenas un florilegio de una breve entrevista que escuché esta semana, en la que además se notaba suma dificultad para hilar una frase gramaticalmente correcta; no había concordancia, se perdía el hilo, pese a que las preguntas se conocían de antemano y las respuestas tendrían que estar bien preparadas. En cambio: “Imagina tú lo que representaría el que el Tratado de Libre Comercio, que genera millones de empleos en México, para las exportaciones y lo que aquí producimos significaría el que dejara de existir”. O ésta: “por qué México es importante no solo en la economía de los Estados Unidos y en la del propio México”.
Supongo que mi traductora francesa habría resumido tanta palabrería en treinta segundos que comoquiera serían irrelevantes.
Mas no escribo esto con ánimo de burla. Estoy preocupado.