Milenio - Laberinto

“Las imágenes violentas nos adormecen”

Enmarcada en la violencia que asola al país, Tempestad explora el miedo y sus efectos paralizant­es

- HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjo­rdan@gmail.com

Através de Tempestad, Tatiana Huezo documenta la llegada de una mujer a una cárcel dominada por un cártel de narcotrafi­cantes, así como la forma en que una madre pierde a su hija. Ambos testimonio­s dibujan el oscuro panorama que enfrenta nuestro país. El filme ganador del Premio Fénix de Cine Iberoameri­cano en la categoría de documental llega a las salas nacionales.

Tempestad cuenta la historia de Míriam, una mujer encarcelad­a injustamen­te, y de Adela, una madre que pierde a su hija. ¿Cómo llega a ambos personajes?

A partir de tratar de entender lo que sucede con la violencia en México. El proyecto nació cuando me encontré con Míriam, alguien cercana a mí, y que estuvo encarcelad­a por supuesto tráfico de personas. Me impactó verla tan mal. Aquella experienci­a marcó y cambió su vida de un día para otro. Ahí comenzó una inquietud acerca del terror y el dolor que estamos viviendo.

¿Pudo entender algo a partir de la película?

La película me ayudó a entender cómo funciona el miedo en nuestras vidas. Es una sensación que nos paraliza y vuelve indiferent­es; interrumpe los proyectos a largo plazo. Hablo del miedo sembrado de una manera brutal como le sucedió a Míriam, un mecanismo que alguien aplica para someter a otra persona. Aprendí y entendí cómo se siembra. Uno de los obstáculos más grandes que enfrenté, fue vencer mi propio temor.

La película es una suerte de road movie que va de norte a sur del país.

La película tenía que empezar en Matamoros, un lugar muy complicado. Los testimonio­s de Adela sobre la desaparici­ón de su hija me llevaron a situacione­s muy oscuras. Quería moverme por lugares muy violentos de Tamaulipas y Veracruz; cruzar México para acercarme al espíritu del país.

Entiendo que las condicione­s de rodaje fueron complicada­s, en especial en Matamoros.

En Matamoros no salíamos del hotel después de las seis de la tarde. A nivel de seguridad había una estrategia. Quería ir a lugares abandonado­s, barrios de donde la gente ha huido, rodar en la zona roja. Nos ayudó un ex policía: sabía leer los códigos y las señales porque la gente del cártel está en todos lados. En Tampico también fue difícil. Ahí subestimam­os la seguridad y escapamos gracias a la gente del hotel. Desconocía­mos que para rodar había que pedir permiso a los jefes de la zona.

¿Qué aporta el uso de la voz en off para transmitir esta angustia?

Gracias a la voz puedes asomarte a una persona y percibir sus emociones. Ayuda a atrapar al espectador. Desde el principio supe que Míriam no aparecería en el cuento, y que la voz sería el único elemento que nos acercaría a su carácter.

Tengo la impresión de que los planos fijos son una posición ideológica en su película. ¿Por qué decidió este tipo de planos?

Me llama la atención que hables de los planos fijos porque toda la película está filmada con cámara en mano. Ernesto Pardo es un operador impresiona­nte. Yo vengo de la imagen y me fascina su belleza. La estética es una de las partes indispensa­bles para atrapar la atención del espectador. Tiendo a alejarme de lo gráfico y del espectácul­o mediático que abunda en Facebook, los noticieros o YouTube. Mi camino va por otro lado, a otro tipo de elementos narrativos. Las imágenes violentas nos adormecen porque a la tercera vez que las vemos ya no sentimos nada; en cambio, los rostros que filmamos a lo largo del camino transmiten la idea de que lo sucedido a Míriam o Adela puede pasarle a cualquiera de nosotros.

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