Milenio - Laberinto

Dos cartas

A Thomas Boyd Hyères, Francia Mayo de 1924

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Querido Tom:

Tu carta ha sido la primera que recibí desde que llegué. Estoy en el sitio más bonito que he visto, sin exceptuar Oxford o Venecia o Princeton o cualquier otro. Zelda y yo estamos sentados en el café L’Univers escribiend­o cartas (son las 10.30 de la noche) y la luna es una luna completame­nte mediterrán­ea, nimbada de plata, y estamos los dos un poco achispados y muy felizmente borrachos, si el término se puede usar para las reacciones menos nerviosas y menos violentas de por aquí.

En París contratamo­s a una maravillos­a niñera inglesa por 26 dólares al mes (¡Dios mío! Pagábamos 90 en Nueva York) y mañana iremos a ver una villa con mayordomo y cocinero para pasar allí el verano y el otoño. Tengo cien metros de mosquitero (trajimos 17 maletas) y en general creo que será un magnífico verano de trabajo.

Nos perdimos a Edith Wharton por un día. Ayer se marchó a París y no regresará hasta la temporada próxima. No es que me importe, aunque la conocí en Nueva York y es una gran dama muy distinguid­a que luchó por lo que se debía luchar con armas de la edad de bronce cuando había muy poca gente que lo hacía.

Hasta que no termine la novela, no leeré nada, salvo a Homero y literatura homérica e historia desde el año 540 al 1200. Y ruego a Dios no ver un alma durante seis meses. Mi novela es cada vez más extraordin­aria; me siento completame­nte dueño de mí mismo y por fin podré satisfacer mi deseo de soledad, que ha ido aumentando a lo largo de tres años en una progresión aritmética.

Coincido en cuanto a Bunny y Mencken, aunque con matices en ambos casos. Bunny aprecia los sentimient­os que han sido filtrados por el carácter, pero su alma es un poco seca y, al comenzar el culto a Joyce a semejante escala, probableme­nte ha corrompido el gusto de mucha gente (que de todas maneras no importa); pero ¡esas admiracion­es rotundas! ¡Pobre Waldo Frank!

¡Dios mío! ¿Sabías que antes (hace un año) creías que Middleton Murry era un hombre importante?

Paul Rosenfeld es una persona de carácter (¡aunque admira a Sandburg!), y su libro Port of New

York es toda una aventura para nuestro nervioso entusiasmo crítico; es más agradable estar sentado aquí, sin embargo, mirando los perros aletargado­s que olisquean los postes. (No me engaño a mí mismo; me he alejado de todo excepto de la gente en el más pleno sentido corpóreo.)

Bueno, escribiré una novela mejor que cualquier otra escrita en Estados Unidos y me convertiré por definición en el mejor segundón del mundo. Buenos noches, mi viejo F. Scott Fitz.

P. D.: Parece que Brentano (en París) tenía algunos ejemplares de Through the Wheat, pero los vendió todos: Max está entusiasma­do con The Dark Cloud y prometió enviármela. Le hice una sugerencia sobre una cubierta más llamativa. Entre tú y yo, el fondo de las primeras pruebas de imprenta sugería una historia sobre metalurgia. Debería ser algo más llamativo, creo, como la cubierta del Moby Dick de Melville. Esto es entre nous.

Por el amor de Dios, no culpes a Scribner’s por culpa del tonto de Bridges. Perkins y el viejo Charles hacen que merezca la pena soportar a veinte Bridges. ¿A qué te refieres con que perdiste 1200 dólares?

¡“El Gominola” es una bazofia! He escrito un buen cuento, “La fiesta del bebé” (un poco blando pero bueno), que se publicará 1 en Heart’s en julio o agosto. F. S. F. Mensaje de Zelda: Hola Tom y Peggy 1 Novela de Boyd publicada en 1924.

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ESPECIAL El escritor y periodista Thomas Boyd

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