LECTORES, NO PÚBLICOS
El poeta y pintor francés Henri Michaux (1899–1984) influyó de manera determinante en la estética y el pensamiento de los poetas y artistas de nuestro tiempo. Desde sus primeros escritos en 1922 hasta sus grandes libros en los que aborda sus experiencias con las drogas entre 1956 y 1966, o en los últimos de tono más sosegado, su escritura se despliega en un torbellino de folletos y libros de artista, signo —si no síntoma— de la dispersión y fragmentación desesperadas que constituyeron su ritmo propio.
Su estatura literaria nunca se vio disminuida por su carácter secreto, que acrecentó el enigma de su personalidad. Su correspondencia inédita, Donc c’est non (Así que no), con figuras intelectuales como el escritor Jean Paulhan o los editores Gaston y Claude Gallimard, y Jean–Jacques Pauvert, muestra su escritura implacable y exasperada, que se negaba a todo compromiso o complacencia. Presentamos aquí algunos extractos:
No habrá foto mía, ni solo ni en grupo. […] Prohibido hacer mención de mis fotos. Prohibido señalar su existencia. […] Cómo me irrita usted. Mis libros muestran una vida interior. Desde que he existido, he estado en contra del aspecto exterior, contra las fotos que con acierto llamamos películas, pues toman película de todo, acaparan tanto como pueden las casas familiares u otras, los muros, los muebles, todo lo que es permanencia y estabilidad y que no acepto, a través de lo cual me veo pasar. Todo lo que atomizo en mi memoria usted lo quiere hacer aparecer. Pierde su tiempo. Tal, que sería un sabotaje de mis propios libros, jamás lo autorizaré. Carta a su amigo el escritor Robert Bréchon, 3 de julio de 1958 No acepto que se me juzgue como un tránsfuga. […] Estoy más decidido que nunca a dar mis folletos de la manera más oscura a los editores más desconocidos. Lo estaba olvidando: tampoco me ha “comprado”. Un olvido tal vez de ambas partes. […] Quizá me tomo a mal las cosas, pero veo y me repito con amargura que me he vuelto una presa, y mi nombre común una publicidad. A su editor Gaston Gallimard a propósito de su contrato, 1949 Por ahora hay saturación de textos sobre mí. […] El poco gusto por escribir que me queda desaparece ante tal tropel. Le ruego que, por lo menos usted, no se preste al ridículo de esta acumulación repentina de críticas y disertaciones sobre H. M. […] Espere el final de mis días, que no tardará en llegar. Al menos, que no termine yo atiborrado con mi propio nombre. A Marcel Arland, editor de la Nouvelle Revue Française, 1 de julio de 1976 La distancia es necesaria para mis escritos. Querer hacerlos públicos y ante un público no es más que ilusión. Perderían en ello toda su reserva. Los llevaría a perder su naturaleza. Sin transgresión, no se puede alcanzar cierto público. Y no tengo ningún, pero ningún deseo de tener más público. Y si en algún momento tuviera más, serían lectores y no espectadores. Respuesta al profesor Marcel Hicter acerca de su proposición de poner en escena Pluma, 5 de junio de 1977 Para mí, mi obra es y seguirá siendo un recorrido. Años, décadas separan las partes, los libros. Incluso los textos que cita usted según el sentido y el lugar que deben ocupar en su montaje intelectual son, a mi parecer, ante todo, reacciones que un accidente, un choque, un periodo inquieto desencadenaron y que me han sido necesarias, objetos de un recorrido, en el que cada vez pensaba liberarme de algunos lastres y encontrar nuevamente ligereza. Al profesor Robert Smadja, a propósito de su ensayo “La imagen del cuerpo en Baudelaire y Henri Michaux”, 5 de abril de 1981 Me opongo a la publicación de cartas mías. ¡Déjenme morir primero! Carta del 22 de julio de 1983 L