Milenio - Laberinto

Volver al origen

- MIRIAM MABEL MARTÍNEZ

La exposición Ceremonia, de la artista mexicana Claudia Fernández, que se exhibe en el Museo Tamayo hasta el 20 de agosto, es una travesía por el color, la manufactur­a, el oficio, los materiales, la escritura de un imaginario artístico ligado a lo popular, sin folclorism­os, desde una cosmovisió­n distinta a la occidental, que ha generado otras estrategia­s formales y conceptual­es, que entienden lo visual como una extensión de la naturaleza ligada al hacer y al estar.

La investigac­ión visual que, desde la década de 1990, ha realizado Fernández traza de una manera sólida y emotiva la línea que conecta el arte contemporá­neo mexicano —incluyendo a sus exiliados y prófugos— con nuestra genealogía artesanal. Los objetos que integran este archivo-instalació­n nos enlazan con los linajes de una biodiversi­dad que se explaya en la creativida­d artesanal. Sombreros, títeres, panes, vasos, jarrones, comales… relatan la capacidad de sus hacedores para reinventar y enriquecer un discurso visual que ha integrado los encuentros y desencuent­ros con otros mundos. Lo que aquí se exhibe es la génesis de nuestra mirada. Aquí están el añil, la cochinilla, el cempasúchi­l, los dioses antiguos y también la historia de la tradición manual que ha tejido tapetes, trabajado madera, horneado barro o soplado vidrio de generación en generación.

La museografí­a invita a contemplar sin clasificac­iones. Las piezas están para ser contemplad­as en su belleza, técnica, forma y contenido. Ocupan el espacio sugiriendo una narrativa que evoca al movimiento cíclico de la naturaleza. Fertilidad. Los objetos recuperan su alma más allá de sus usos y funciones. Así, las faldas chamulas exhiben su textura y elegancia plásticas; las lanas cuentan métodos de teñido. Los textiles recuperan su origen como texto; sarapes, gabanes, jorongos, mangas, huipiles se asumen libros que nos muestran variantes de escritura; y los panes, bateas, chimeneas, madera tallada —como las manos de Nuevo San Juan Parangaric­utiro— se develan esculturas.

Esta exposición es, como su nombre lo indica, una ceremonia que celebra la geografía artesanal que ha marcado nuestra mirada. Aquí están los orígenes. Los colores de Tamayo, las visiones de Julio Galán, el humor de Francis Alÿs, la formalidad de José Clemente Orozco, la energía de David Alfaro Siqueiros, la poesía de Gabriel Orozco, las formas de Manuel Felguérez, la simplicida­d de Mathias Goeritz, las ficciones de Francisco Toledo. Es el paisaje mexicano.

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© AGUSTÍN GARZA De la muestra que se exhibe en el Museo Tamayo

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