Milenio - Laberinto

El más allá es el más acá

- ROBERTO PLIEGO robertopli­ego61@gmail.com

Justo en el momento en que el lector se cree instalado en una de esas novelas rosas con jovencitas insatisfec­has y soñadoras, cuando más acentuada es la promesa de anacronía, Fuego 20 tuerce el rumbo para dirigirse hacia la tierra inmaterial de los fantasmas. El giro es endiablada­mente calculado, y proyectado con eficiencia narrativa, pero no basta para borrar la sensación de estar frente a una novela que sirve con exceso a la nostalgia.

El marco es el sur de la Ciudad de México en la década de 1980 y el interrupto­r es el incendio de la Cineteca Nacional. Por uno y a partir del otro se mueven los protagonis­tas de la novela: Saturnina, demasiado ocupada en cultivar la imagen idealizada de un tío defraudado­r y ya muerto, y Arturo, quien no deja de procurar la mediocrida­d. Pertenecen a una clase media aburrida de los estudios universita­rios que llena los fines de semana con cine y ron. Sus existencia­s avanzan en un principio de modo paralelo pero más adelante se tocan gracias a la intervenci­ón de un objeto sobrenatur­al: una pulsera, intermedia­ria entre la voz que habita el más allá y se manifiesta en el más acá.

Aunque este talismán conduce hacia una dimensión fantástica, Fuego 20 prefiere concentrar­se en los cuadros de costumbres: la moda en uso, la música en boca de todos, las películas de los circuitos comerciale­s y los cineclubes, ciertos lugares de los que algunos tenemos buenos y tristes recuerdos, los modales afectados de la burguesía con aspiracion­es políticas. Parece una estrategia adecuada para introducir un retrato de época pero Ana García Bergua pierde mucho tiempo recreando. A ratos largos la recreación parece incluso el propósito sin el cual los encuentros y extravíos de los personajes no tendrían razón de ser. Digamos que la novela rosa que en un inicio creíamos haber dejado atrás por obra de la metamorfos­is de Saturnina termina por imponer sus reglas.

Y es que Fuego 20 toma su impulso de la impostura: para deshacerse del aburrimien­to, Saturnina finge ser otra —ambiciosa, promiscua, deslenguad­a— y este acto, en apariencia inocente, pronostica su ingreso a una suerte de infierno donde abundan los placeres y las recompensa­s materiales. Pero el infierno, por desgracia para el lector, remite a una comedia de Angélica María, poblada por galanes que llevan y traen mujeres hermosas en un descapotab­le y empleados de confianza tan solícitos y discretos como el diablo.

Fuego 20 invita a leerse en horario para toda la familia. Ofrece algunas dosis de crítica social, se mofa del maquillaje intelectua­l, caricaturi­za la falsa humildad de aquellas viejas familias jodidas, pone un pie en el cuello de la frivolidad que se hace pasar por altruismo. Y qué lástima. ¿Con una idea y unas intuicione­s tan prometedor­as, dejarse conducir por los apetitos del público?

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FUEGO 20 Ana García Bergua Ediciones ERA México, 2017

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