I fiorentini
Cuando se ve la cantidad de artistas, escritores, filósofos y hombres de ciencia que se engendraron en Florencia durante un periodo históricamente breve, se tiene la necesidad de preguntar qué ocurrió en esa ciudad para que existiera un terreno tan fértil. La respuesta es especulativa y toma miles de páginas. Se puede encontrar en libros que van desde las
Vidas de Vassari hasta cualquier recuento histórico contemporáneo. Ahora mismo estoy leyendo una biografía de Galileo Galilei, quien no nació en Florencia pero mayormente alimentó en ella su cabeza.
Siempre conocí a Galileo a través de libros de ciencia, por lo que no tenía de él más que su ángulo de físico, astrónomo y, claro está, su choque con la Iglesia. Pero Galileo era también músico, filósofo y hombre de letras. Muy dignos son sus poemas, su prosa y, sobre todo, sus ensayos literarios. Era un amante lector del Orlando furioso de Ariosto, el mismo de “Forse altro canterà con miglior plectro”, con que Cervantes termina la primera parte de Don Quijote; y un severo juez de la Jerusalén liberada de Tasso.
Cuando menciono que Galileo era músico, no me refiero a que supiera soplar la zampoña, sino a que conocía todo lo conocible de la teoría musical de su época, las matemáticas y el arte que estaban detrás de cada nota. Así pudo ayudar a su padre a escribir un tratado titulado Dialogo di Vincentio Galilei Nobile Fiorentino Della Musica Antica et della Moderna en el que criticaba la ortodoxia musical y defendía el oído y las emociones, quizá con un espíritu parecido al de los expresionistas franceses, muchos años después.
Galileo sabía dibujar, estudió teología, geometría, retórica, filosofía, astronomía y podemos sumarle más gracias; pero acaso no estoy hablando específicamente de él, sino de lo que hoy se llama “hombre del Renacimiento”. Entonces, si quiero responder la pregunta sobre el terreno fértil de Florencia, quizá no estoy cayendo en una obviedad o circunloquio si digo que en el Renacimiento hubo grandes hombres porque entonces hubo hombres del Renacimiento.
Averigüemos la vida de otros personajes de aquella época de oro florentina, como Maquiavelo, Da Vinci, Miguel Ángel, Dante, Cellini, Boccaccio, Donatello, Torricelli, Savonarola, Brunelleschi, Vespucci y tantos otros. Aunque cada uno de ellos destacó en una especialidad, todos compartían una cultura de la época. Y en esta cultura compartida, se halla el terreno fértil o estéril. Fértil fue en aquel entonces, porque la tal cultura era humanista.
Por eso, leer las biografías de los grandes florentinos es un paseo por las ciencias y las humanidades, por la poesía y la religión, por la política y la historia, por la belleza y también la violencia. Es entrar en contacto con lo más humano de lo humano. Es quitarle el protagonismo a tanta bestia famosa y reencontrarse con el hombre profundo. Es entender las palabras de otro residente notable de Florencia, Giovanni Pico della Mirandola, que dijo: “Creo que he llegado a comprender por qué el hombre es el más afortunado de los seres vivientes, merecedor de toda admiración”.
Gran verdad, aunque tanto imbécil se empeñe en lo contrario.