Milenio - Laberinto

La infancia consabida

- ROBERTO PLIEGO robertopli­ego61@gmail.com

La infancia tardía es un terreno que ofrece cada vez menos sorpresas a medida que vamos dejándola atrás. Se vuelve, digamos, casi una y la misma para todos: una etapa de descubrimi­entos, de tránsito hacia responsabi­lidades ignotas, de encuentro con el deseo sexual y la amistad. Solo varían los escenarios y las circunstan­cias históricas. Se comprende entonces por qué tantos escritores han trastabill­ado en su intento por recrearla.

David Miklos es el caso más reciente. Hecha de fragmentos de un presente que se mueve entre la pérdida de la madre y la quietud del matrimonio, y de visitas a un pasado que suponemos transcurri­r en Argentina, La pampa imposible interpela al niño, en trance de dejar de serlo, que es el mismo narrador, obligado a refrescar su memoria después de conocer la noticia de un accidente de aviación.

Oscilamos en el tiempo sin transicion­es obvias sino a través de frases que pueden traslapar el antes y el después con eficaz suavidad. Eso está muy bien, igual que el estilo de intensidad­es poéticas gracias al cual Miklos alcanza concentrac­ión y profundida­d con un solo impulso. El problema está en otra parte: en la materia recordada.

Ahí está el consabido verano cuando la familia fue expulsada del paraíso y llegó a su fin la edad de la inocencia. Ahí está la consabida niña ensimismad­a por quien el protagonis­ta guarda un amor silencioso. Ahí está el consabido grupo de amigos cuyos juegos terminan convertido­s en afrentas que no sanan. Ahí está la consabida e inaugural conciencia de la muerte. Y ahí están los padres, ordenadame­nte bohemios y enamorados y sin embargo en la antesala de la ruptura definitiva. ¿No suena todo esto demasiado conocido aunque aparezca cubierto por una capa de distancia reflexiva? ¿No suena incluso a producto cinematogr­áfico?

La pregunta por lo que somos conduce siempre a un capítulo de nuestro pasado. De modo que interrogam­os a los sobrevivie­ntes y testigos o forzamos nuestra memoria. El narrador de La pampa imposible elige el segundo camino con la voluntad de un arqueólogo. Busca en sí mismo lo que las cosas y sus semejantes callan o esconden. Por desgracia, es víctima de la nostalgia y la nostalgia, es sabido, empaña la vista: aquella infancia tardía aparece a nuestros ojos como una explosión de tolerable armonía, sin auténticas devastacio­nes, sin derrotas, sin latigazos, por más que consigne algunos reveses, que no pasan de ser meros raspones.

Ah, si David Miklos hubiera tenido un poco de agria malicia…

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