ENTREVISTA A SLAVOJ ŽIŽEK
El submundo de los videojuegos, las nuevas formas de subjetividad, los avances en el campo de la neurología, la previsible autonomía de las máquinas y, sobre todo, lo que significa ser humano ahora que el concepto de humanidad cambia vertiginosamente son
Hay una nueva revolución cultural impulsada por la globalización, que ha hecho renacer el arte y la literatura en países donde la hegemonía cultural parecía estar devastándolo todo. Como afirma el filósofo esloveno Slavoj Žižek (1949), “la globalización no quiere decir solamente que todos queremos ser como los estadunidenses, sino que todos podemos tener una oportunidad de desarrollar nuestra propia cultura. El cine en pequeños países como Rumania, o la novela negra en Islandia y las series de televisión en Eslovenia, son ejemplos de este desarrollo. Así que no se trata de condenar de forma tajante la globalización cultural, sino que debemos pensar qué clase de globalización queremos. Incluso en Hollywood, la globalización ha provocado que su industria se mueva del cine a la televisión, porque el cine de arte está casi muerto, y la creatividad ha estallado en las series de televisión. Hoy todo el mundo puede hacer buenas series de televisión, aun en países como China. Es cierto que vivimos un momento triste a nivel social, pero culturalmente estamos viviendo un momento bueno”.
En ese sentido, Žižek apunta que la siguiente gran revolución cultural llegará de la mano de los videojuegos. “En el mundo de los videojuegos”, dice el pensador en entrevista con Laberinto, “se están creando historias muy interesantes que muestran una gran diversidad cultural. Hace poco ha aparecido un videojuego sobre Chernobil, hecho por gente ucraniana, que combina maravillosamente la idea de que en el área abandonada de Chernobil aparecen unos monstruos con una naturaleza sorprendente, producto de la radiación; y se trata de un videojuego hecho de forma muy inteligente. Esto me lleva a un sitio clave desde el punto de vista filosófico: ¿somos conscientes de lo importantes que están siendo los videojuegos para la percepción de nuestro más íntimo ser, para la forma en que experimentamos nuestra existencia? Se trata de un cambio de temporalidad, pues en los videojuegos nunca morimos; nos disparan y volvemos a empezar, y así la vida empieza una y otra vez. Se trata de un tiempo circular. Y el origen de ello está en las caricaturas que veíamos de niños, como
Tom y Jerry, donde tras una persecución, en la siguiente escena vuelve a empezar otra vez; es un trágico universo inmortal. Nuestra cultura es ahora una nueva cultura de la inmortalidad. Ya no es la inmortalidad de Cristo, sino la obscena inmortalidad de los no muertos, de los zombis o los vampiros. Y ahí justamente se reproduce una división de clases: los zombis representan a la clase trabajadora y los vampiros a la plutocracia. El origen de todo esto es el Marqués de Sade y su narración Juliette o las prosperidades
del vicio, en la cual el universo que se narra es el de los no muertos. Juliette es torturada, violada, pero mágicamente vuelve a ser siempre la misma chica. Algo de esto mismo encontramos en el porno, donde tras practicar el acto sexual, ellos eyaculan y vuelven a la acción, y nunca paran. Hay un detalle material en el porno hardcore: vemos el esperma tras las eyaculaciones pero nunca usan un kleenex para limpiarlo; el esperma desaparece por arte de magia, y ellos vuelven a la carga. Pero también en nuestras relaciones amorosas actuamos como si no existiera la muerte, como si fuéramos inmortales. Uno lo intenta con una chica y si no funciona, tratamos de nuevo con otra, y así reproducimos la misma lógica, que está penetrando nuestra vida real. Así que a mi juicio todo esto muestra que está ocurriendo una cosa muy importante: la emergencia de un nuevo tipo de subjetividad. Por eso la cultura popular me fascina”.
Žižek —quien ha visitado la capital española para ofrecer dos conferencias, una titulada “Alegato a favor de un socialismo burocrático”, dictada en el Círculo de Bellas Artes, y la otra, ofrecida en el Museo Reina Sofía, titulada “Lecciones del airepocalipsis”, con motivo de la exposición NSK del Kapital al Capital. Neue Slowenische Kunst: un hito de la década final
de Yugoslavia— advierte que, no obstante su impresionante desarrollo, la tecnología “ha servido para catalogarnos. En muchos países ésta es la función de Google. Cualquier cosa que hacemos a través de nuestras computadoras, ellos las incorporan a su Big Data y nos clasifican. En China, ahora mismo se ha empezado a catalogar a la gente en relación a su nivel de confianza: Cuánto puede confiar la
sociedad en ti, lo llaman, pero en otros países funciona de forma que si pedimos un crédito, el banco solicita tu catalogación. Así es como sobrevive Google, vendiendo datos, y así, a pesar de ser multado con millones de dólares, sigue. Porque yo me pregunto de dónde si no saca Google el dinero para pagar esas multas, porque es evidente que no sale de la publicidad. Y es que somos constante y sistemáticamente clasificados. Incluso en Kindle lo estamos siendo (yo no lo uso pero sí lo hace mi esposa). Kindle no solo sabe qué libros lees, sino que registra
cuánto tiempo pasas leyendo, qué capítulos has leído, etcétera. Así es que nos estamos aproximando a una sociedad de control. Lo que no quita que las computadoras sean al mismo tiempo objetos muy estúpidos, porque saben todo, y cargan con un exceso de información, pero son incapaces de determinar cuándo y en qué momento actuará un terrorista. La gran sabiduría del ser humano no reside en saberlo todo, sino en saber cómo sintetizar la información. Y en esto las computadoras son idiotas y no pueden hacerlo”.
Autor de una extensa bibliografía en la que aborda asuntos filosóficos, psicoanalíticos, sociológicos y culturales, Žižek considera que su trabajo fundamental está en la filosofía. “Creo que la parte esencial del análisis reside en las grandes cuestiones metafísicas. La gente se decanta por distintos compromisos, a veces paradójicos. Mucha gente parece que cree en una cultura de lo superficial, que no lee, etcétera. Pero en realidad creo que ahora hay un boom de libros teóricos, y la gente está leyendo libros de filosofía de más de 600 páginas, como mi obra Menos que nada. Hegel y
la sombra del materialismo dialéctico, que ha sido bestseller en países como China. Así que me parece que no es verdad que vivimos en una cultura superficial. Y las preocupaciones filosóficas se están convirtiendo en algo que afecta nuestra vida diaria. Por ejemplo: ¿somos conscientes de lo que está ocurriendo en las ciencias del cerebro y la digitalización? Es algo fascinante. ¿Cómo experimentamos nuestro ser como sujetos? Uno cree que la realidad está fuera, pero esta frontera está desapareciendo, pues se llevan a cabo experimentos en los que se conecta el cerebro a una maquinaria digital, y se pueden hacer cosas, como ocurre en el caso de Stephen Hawking, quien no necesita sus dedos, pues su cerebro está directamente conectado a una computadora y solo tiene que pensar acciones y enseguida se realizan. Se han llevado a cabo experimentos con ratones, a los que se les conectan ciertos campos neuronales para dirigir sus movimientos, y parece ser que esto ya se está experimentando en seres humanos, aunque en secreto. Otro asunto es el educativo: en poco tiempo podremos administrar directamente en el cerebro cantidades ingentes de conocimientos, como la historia de la música. ¿Somos conscientes del cambio absoluto que esto traerá, en cómo afectará nuestras percepciones éticas?”
Según Žižek, debemos pensar estas cuestiones desde un punto de vista filosófico. “No es algo que deban hacer los especialistas, porque afectan nuestra vida diaria. Dentro de poco ya ni siquiera vamos a plantearnos obtener un título universitario, porque simplemente vamos a adquirir el conocimiento conectándonos a una máquina. Y aquí entra otro tema inquietante: si creemos tanto en las máquinas, llegará el día en que dejaremos que nos controlen, porque permitiremos que ellas tomen las decisiones por nosotros, tanto en el terreno económico como en el político y en el de la salud. Por ejemplo: si dejamos que una computadora nos cheque cada mañana la presión, la sangre, entonces podrá darnos un mejor diagnóstico de nuestra salud que cualquier médico. Esto también incluye el ámbito del amor: algunas parejas que quieren casarse, creen que una computadora puede decirles y decidir si deberían casarse o no. En política es lo mismo: si las computadoras siguen tus decisiones diarias, y conocen tus intereses, podrán tomar una decisión por ti sobre a quién votar en unas elecciones. En ese caso, ¿qué hacemos con la democracia? ¡Esto nos plantea grandes cuestiones!”.
Sin embargo, es un hecho que las máquinas no pueden entender los contextos, y en ese sentido Žižek matiza que “no debemos creer que las máquinas son perfectas. Las máquinas no son mejores que nosotros. Las máquinas no son neutrales, porque incorporan ciertos estándares y programas que vienen de fábrica. Y ¿quién las programa? Es un hecho que en ese proceso son manipuladas. Así que para mí, la cuestión no es que creamos a las máquinas, sino que este cambio radical que estamos viviendo nos impone una nueva manera de entendernos como seres humanos. Ahora mismo, la CIA no tiene que hacer nada violento para controlarnos; sencillamente pone un dispositivo en nuestro cerebro y sabe con total certeza si mentimos, cuándo estamos ansiosos, y así por el estilo. Por eso digo que están ocurriendo cosas muy serias que exigen que redefinamos qué significa ser humanos. Y hay que confrontarnos con eso abiertamente. No es que sea pesimista, pero tampoco soy un estúpido optimista que piensa que estamos entrando en una nueva era cósmica de bienestar, donde formamos parte de una colectividad singular. No creo en eso, pero sí en que están pasando cosas de un calado tan radical que nos obligan a repensar nuestras vidas cotidianas”.
En el terreno de las ideas, este cambio plantea, indica Žižek, el debate que presentan, por un lado el racionalismo de Jürgen Habermas y por otro el tipo de filosofía que hace gente como Peter Sloterdijk. “Habermas pensaba que la biogenética era peligrosa, y que había que limitarla y casi prohibirla. Pero no podemos. Y por alguna razón esto está llevándonos a situaciones demenciales. Cuando estaba en China, me encontré con un científico que me dio una propaganda que presentaba su trabajo, y la primera frase me dejó en shock. Decía: ‘El objetivo de la biogenética en la República Popular China es regular física y mentalmente el bienestar de los chinos’. ¡Dios mío! ¡Y es algo que ya están haciendo! La idea es usar la biogenética para controlar los impulsos de la gente, su agresividad o su pasividad, su actitud en la sociedad del trabajo... Así que la naturaleza humana está, literalmente, cambiando. Y claro que por un lado tenemos la pobreza y el hambre; pero por otro hay que tener en cuenta el control digital y la manipulación genética. En los suburbios de Shangai hay algunas clínicas a las que va la gente rica de Occidente, puesto que en esos países está prohibido, a manipular genéticamente su descendencia. Ahí les ayudan a producir hijos ideales. Y esto me lleva a afirmar que quizá estemos asistiendo al surgimiento de una nueva clase de división social, mucho más fuerte que las anteriores divisiones de clase, donde unos podrán decidir incluso qué tipo de hijos querrán tener, y otros, esclavos, que serán manipulados. Esto es algo que Stalin pensó antes que nadie, y no es una broma. En 1931, Stalin les creía a unos locos biólogos que afirmaban que podían mezclar seres humanos con simios para obtener la máquina perfecta de trabajo. Entenderían lo elemental del lenguaje, pero no tendrían capacidad de protestar, de comprender. Era algo primitivo y no funcionó. Sin embargo, ahora nos aproximamos a algo parecido. Así que veo en el horizonte un nuevo tipo de división social donde no solo contarán las determinaciones sociales, sino también las biológicas. Y esto podemos verlo en Hollywood, en películas como Elysium y Los juegos del hambre”.