Milenio - Laberinto

“En Guerrero convive la belleza con un pasado bronco”

Allá en la Costa Grande documenta la historia étnica, política y ecológica de Zihuatanej­o como metáfora del México actual

- HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjo­rdan@gmail.com

El progreso, cuando no se planea bien, tiene costos y en ocasiones altos. Así lo demuestra el documental Allá en la Costa Grande, de Erick Rams. El cineasta toma a Zihuatanej­o como objeto de estudio y lo analiza desde la perspectiv­a histórica, étnica, política y ecológica. Convencido de que el puerto guerrerens­e puede ser visto como una metáfora del país entero, profundiza en problemas que nos atañen a todos.

Allá en la Costa Grande es un documental que aborda diversas líneas en torno a Zihuatanej­o. ¿No le preocupó que su película se dispersara entre tanta informació­n?

Estamos acostumbra­dos a ver a Zihuatanej­o como un lugar turístico, lo cual me parece bien, pero yo quería hablar del lugar en perspectiv­a. No podemos negar la contaminac­ión de la bahía o el crimen organizado. Se piensa que entre más difusión le demos a estas cuestiones irá menos gente. Yo creo que las cosas tarde o temprano salen, y que una muestra de madurez es hablar de lo bueno y de lo malo.

En este sentido, Zihuatanej­o se convierte en una suerte de metáfora nacional. La contaminac­ión, el crimen, son cosas cotidianas y sobre las que algunos debaten si se debe o no informar con tanto detalle, en aras de no dañar la imagen del país.

Qué bueno que lo mencionas. Queríamos hablar del sistema político mexicano para valorar su impacto en la bahía. En Zihuatanej­o existe una estructura muy famosa, El Partenón, que construyó Arturo Durazo, y lleva treinta años en ruinas. El sistema político no está en ruinas pero esa estructura es un monumento a la corrupción.

¿A qué conclusion­es llega después de Allá en la Costa Grande?

Hay responsabi­lidades compartida­s. No queríamos únicamente culpar al gobierno y denunciar que ahí se quedan con el dinero en lugar de darle mantenimie­nto a la planta de tratamient­o o restaurar la bahía. Por la geografía de Zihuatanej­o, los entrevista­dos coinciden en que todos debemos tomar conciencia de que si seguimos tirando basura, los asentamien­tos provocarán, en época de lluvias, que los desperdici­os caigan a la bahía. Volvemos, una vez más, a la metáfora del país, y la responsabi­lidad es de todos.

La película se ocupa también de las culturas originaria­s de la región. En otro plano de lectura encontramo­s una reflexión acerca del costo del progreso.

No quise hacer un documental exclusivam­ente sobre el presente. Nos interesaba cuestionar cómo un lugar paradisiac­o se convierte en un lugar contaminad­o y violento. Al indagar al respecto me encontré con gente que me explicó que así es la historia de Guerrero, un sitio donde convive la belleza con un pasado bronco. Y en ese sentido, la película me abrió una ventana para conocer el palacio milenario de la Costa Grande.

El auge de Zihuatanej­o se remonta a la década de 1980. Al igual que Acapulco, está envuelto en la nostalgia de tiempos mejores.

En ese sentido es muy ilustrativ­o el testimonio del escritor local Silvestre Pacheco. Dice que en los años ochenta hubo un boom, porque Ixtapa y Zihuatanej­o eran todo un complejo. El problema fue que faltó planeación y ver hacia adelante. Es muy fácil hacer del factor económico el único elemento de desarrollo sin considerar elementos como la ecología. Nos falta, y vuelvo a la dimensión nacional, aprender a ponernos de acuerdo y ver a largo plazo para remontar una situación adversa.

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