La libertad de la locura
José Alberto Gallardo remonta el mito de Clitemnestra para expresar la libertad en tiempos de la democracia. Libertad: difícil palabra. Sería imposible hablar de esa palabra sin recordar historias míticas de la creación de las sociedades donde el patriarcado era el poder absoluto. Siglos de silencio para las mujeres que pretenden recuperar su voz, la que nadie quiere escuchar, salvo en el hogar —ahora un poco en el ámbito laboral y poco menos en la política—. Pero hete aquí que aparece en la Ilíada de Homero la leyenda de Clitemnestra, que retoman dramatúrgicamente Esquilo, Eurípides y Sófocles. La perversión y el mal con rostro de mujer.
Marguerite Yourcenar viene a la causa de las mujeres al escribir su maravillosa versión de Clitemnestra o el crimen. José Alberto Gallardo abona a esa causa el concepto de democracia en los tiempos actuales y escribe una adaptación muy original donde importa más el devenir humano de las sociedades divididas en hombres y mujeres, con sus causas y efectos, frente a los resultados. Una obra de plenitud literaria en el proyecto teatral de un director con ya larga trayectoria en el quehacer escénico.
No sé qué pensarán las feministas radicales sobre el montaje Clitemnestra. Parte II: el mito de la democracia. Pero si el teatro no se discute, una puesta escénica no tiene la menor importancia. Hoy, la divinidad de aquellos dioses ya no existe, pero Clitemnestra sigue siendo juzgada por la humanidad por sus crímenes cometidos: contra su esposo Agamenón; contra su hija, Ifigenia; por su adulterio y por su ambición de poder. Dicen que ella es la principal responsable de la misoginia en las sociedades actuales. ¿Será?
Veo la obra más como una narrativa de la revelación sobre los mitos griegos y contemporáneos que como una obra en la que Clitemnestra encarne la maldad femenina. Y la certeza de que tenía que matar para sobrevivir. Si Helena fue la primera mujer infiel desde los tiempos troyanos, Clitemnestra la supera convertida en amante, reina y asesina. Igual que cualquier hombre de su época. La masculinización de una hembra, dicen. No: una mujer violentada que aspira a vivir en la tempestad de sociedades primitivas dispares. Si ayer la juzgaron las leyes de los dioses, hoy la democracia le concede el raciocinio como comprensión de sus actos. ¿Voluntad divina o perversión humana? El lector, el espectador, será el juez en la propuesta de José Alberto Gallardo.
Se escenifica hasta el 30 de julio en Carretera 45 (Juan Lucas de Lassaga 122, metro San Antonio Abad). Merece digna atención este montaje con sangre, espíritu, alma y razón para pensar y crecer. Absténganse los que aún creen en dioses o feministas radicales sin criterio abierto.