El tesoro del enigma
En unas declaraciones recientes (en la cadena de Louisiana Channel), el escritor irlandés Colm Toibin contaba las razones que lo atrajeron a la figura de Henry James, como personaje literario. Según Toibin, James era un cúmulo de paradojas: un norteamericano que buscaba ser un británico, un aficionado a la compañía de mujeres que era probablemente homosexual, un tímido que frecuentaba la vida social. La identidad de otros escritores como Joyce es demasiado evidente, agregaba Toibin. En cambio, James es un enigma. Con él sí podía trabajar como personaje. El resultado fue, como se sabe, su gran novela, The Master (2004).
Toibin sabe que lo que busca un escritor no es una identidad definida en sus personajes sino aquello que está en sus entresijos y contrastes. Como nos ocurre con las personas de la vida real, no nos interesan los personajes definidos sino aquellos que precisamente no pueden ser encasillados. Los personajes que adoramos son los que se contradicen, se niegan, se rehacen, se reconstruyen. El Quijote está loco pero en el capítulo XXXVIII de la Primera Parte pronuncia el sabio y brillante Discurso de las Armas y las Letras. El capitán Ahab se lanza a una aventura desquiciada pero poco antes de enfrentarse a la ballena blanca se pregunta por qué está cometiendo tal locura, en la que ha abandonado a su familia y ha arrastrado a otros con él. Borges ama a Beatriz Viterbo (“Beatriz querida y perdida para siempre”, dice frente a su retrato) pero se siente horrorizado al descubrir las cartas “obscenas, increíbles, precisas” que intercambió con Carlos Argentino Daneri. ¿Es Hamlet un vengador justiciero o un egoísta que condena a la delicada Ofelia y destruye el reino?
El enigma es un tesoro narrativo, lo que no es fácil de lograr en la era tecnológica de las definiciones. El mecanismo del amor funciona de un modo parecido al de la ficción. Nos atraen para la amistad y el amor las personas llenas de contradicciones, no las que pueden ser definidas. Cada vez que logramos entender a alguien dejamos de amarlo, tanto en las novelas como en la vida. Es por eso que en las historias más populares de todos los tiempos, en Adán y Eva o en “La Cenicienta”, las situaciones pueden pasar del paraíso al infierno en poco tiempo. La Cenicienta pasa de limpiar pisos a ocupar un palacio y Adán y Eva descienden del paraíso a la tierra. Eso no significa que hayan cambiado. Han vivido en lugares opuestos. Se siguen contando sus historias.