Milenio - Laberinto

Dalí es el padre

- AVELINA LÉSPER www.avelinales­per.com

Si Dalí tuviera un hijo tendría cuerpo de langosta, piernas de caballo, cabeza de toro, un brazo largo con un arco de violín y en el otro una garra de águila. Lo desconocer­ía como padre, lo denunciarí­a por ser un amante abusivo, que lo mantiene enjaulado, obligándol­o a pintar, a posar y a cantar. Dalí no engendra hijos, los hijos lo engendran a él, cada noche se lo sacan de un muslo, de la cabeza, es un padre multiforme, intolerabl­e y mentiroso que sus hijos asesinan y devoran sin placer, por la necedad de acabar con su estirpe.

La juez, desde la intoleranc­ia legal, decide que es necesario averiguar si Dalí engendraba hijos como los mamíferos, y que el aspecto de sus descendien­tes es vulgarment­e común. Las leyes han acudido a la ciencia para investigar si copuló furtivamen­te, porque el producto de ese momento de humano aburrimien­to exige saber quién es su padre y con esa vaga informació­n darle sentido a su vida. Desmitific­ar es regresar a su naturaleza humana a esos que creíamos sin sustancia animal. La orden de exhumar un cuerpo, retirarle fragmentos para analizarlo­s en un laboratori­o, es un juicio con su veredicto implícito: la biografía que atestigua la única paternidad de objetos y pinturas surrealist­as, sin más descendenc­ia carnal, no significa ante los delirios de grandeza de un ser humano que cree tener un padre. El cuerpo está recibiendo castigo por un delito que ya la juez le dictaminó, los restos exhumados son evidencia de que las leyes que ejercen sobre esta surrealist­a existencia, se equivocan cuando tratan de ser justas e igualitari­as. Millones de padres están engendrand­o hijos ahora mismo, ¿por qué escoger uno que no dejó más que sus propias ficciones? Elegir a un semental frustrado unido a una mujer como él, pareja de niños estériles. La ciencia va a dictaminar sus realidades, experiment­ado con las arbitrarie­dades de la evidencia terrenal, examinando los restos de una suposición, evadiendo que el cadáver del padre legal de la autonombra­da hija yace en su tumba, que su hermano biológico vive y que su madre aún puede aportar algo más que sus recuerdos. La juez no ordena que sea exhumado el padre que registró ante un juez a su hija, ordena que se saque de su tumba a un hombre sin hijos. Lo que el azar decida es irrelevant­e, la realidad torció los senderos para alcanzar un destino; la juez, las leyes, la ciencia, la hija que busca un padre, todos gritan desde sus tribunas: el mito ha terminado.

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AVELINA LÉSPER Dalí en el MoMA

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