Coatlicue explosiva
Hace unos días nos enteramos de uno de los actos terroristas más ingenuos de la historia. Un grupo con el deslustrado nombre de Comando Feminista Informal de Acción Antiautoritaria Coatlicue puso una bombita casera en el edificio de la Conferencia del Episcopado Mexicano. Los informales coatlicios habrán experimentado el éxtasis cuando vieron el video en que su hazaña rompía unos cristales. Entonces lanzaron su comunicado: “¡Por cada tortura y asesinato en nombre de su Dios! Por cada niño ultrajado por los curas pederastas”.
¿Qué diablos significa eso? Millones de muertos y torturados, cientos de miles, o quizá también millones, de niños violados, ¿y ya estamos a mano con unos vidrios rotos? ¿Y por qué vamos a apelar a otra diosa como la Coatlicue? Una diosa que no veo tan feminista, pues hubo de ocuparse en barrer y barrer y en parir más de cuatrocientos niños, ajando su cuerpo al punto de que se le cayeron las chichis.
Dios no es una cosa, no es un ser, es una idea, y ya se sabe que los aparejos explosivos se usan para defender la idea de Dios o de Alá, pues argumentos no hay; en cambio quienes atacan la idea de Dios tienen buenos argumentos, y por eso no hace falta más arma que la palabra. Si la lucha es contra el autoritarismo, hay que vigilar la relación Estado–Iglesia, pues por sí sola la Iglesia solo tiene potestad sobre quienes creen en angelitos. Si se trata de erradicar cualquier superstición que sirva para ganarse la impunidad, hay que trabajar con leyes, legisladores, y presentar denuncias en juzgados y en la prensa, hay que exhibir a los pederastas. Y si se trata de evitar más violaciones: ¡por favor!, ya dejen de prestar sus hijos a los curas.
Ahora que ya al cardenal Rivera se le estaba investigando por proteger a pederastas, vino este maldito petardo a distraer la atención y convertir a los curitas en víctimas. Ya la Secretaría de Gobernación “condenó los hechos y reiteró su solidaridad y apoyo a las autoridades eclesiásticas”. Roque Villanueva dijo que la Iglesia Católica tiene todo el reconocimiento del gobierno federal, “no solo de carácter jurídico, sino también en cuanto al valor histórico y al papel que desempeña en una nación como México”. No sé qué hacen esos discursos de hermandad en un evento que debería ser meramente policiaco.
El tiro resultó tan inofensivo y salió tan duro por la culata que no faltará quien piense que fueron los mismos eclesiásticos quienes pusieron el explosivo para ganarse toda esa solidaridad oficial cuando tanto la necesitaban.
Sin embargo, este es el tipo de atentados que, en países con voluntad de ejercer las leyes, quedan esclarecidos en el corto plazo. Pero aquí, dos días después de la explosión ni siquiera se sabía cuál era el organismo responsable de la investigación. Y ya lo sabemos: aunque el tal comando Coatlicue demostró que tiene apenas dos neuronas, resultará que tiene una más que la PGR.