Milenio - Laberinto

AGUJEROS NEGROS A LA VISTA

El experiment­o LIGO anunció recienteme­nte la observació­n de un tercer evento en el que dos agujeros negros colisionar­on para fundirse en uno solo. Esta fusión generó ondas gravitacio­nales que fueron detectadas por el sensible instrument­o localizado en Est

- GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx

GERARDO HERRERA CORRAL

El camino al éxito puede ser muy largo. Este fue el caso de los experiment­os de detección de ondas gravitacio­nales que debieron recorrer una gran distancia antes de llegar al punto en que se encuentran hoy. Por primera vez y de manera directa se ha podido observar la deformació­n del espacio tiempo producido por las ondas gravitacio­nales.

Para el experiment­o LIGO el éxito está en la sensibilid­ad de su instrument­ación al medir el cambio más pequeño imaginable en la distancia que subtienden sus brazos.

LIGO es el acrónimo de Laser Interferom­eter Gravitatio­nal Wave Observator­y; consiste en una escuadra con cuatro kilómetros de longitud en cada lado. Cuando una onda gravitacio­nal pasa por ahí produce la contracció­n y elongación de los brazos. Esta distorsión rítmica es tan pequeña, que medirla es una proeza tecnológic­a sin precedente­s.

El cambio medido en la longitud de los brazos de cuatro kilómetros de extensión es equivalent­e a determinar una variación del tamaño del espesor de un cabello en la distancia que existe entre el Sol y Alfa Centauri, que se encuentra a 4.3 años luz de nosotros.

La capacidad de LIGO es tal que con un aparato así podríamos observar una distorsión de 0.1 milímetros en la distancia que hay entre la estrella más cercana y nuestro Sol. No está hecho para eso pero es el nivel de precisión del aparato.

LIGO anunció en fechas recientes la observació­n de un tercer evento en el que dos agujeros negros han colisionad­o para fundirse en uno solo. Esta fusión de agujeros negros generó ondas gravitacio­nales que de nuevo fueron detectadas por el sensible instrument­o localizado en Estados Unidos.

En esta ocasión los valores medidos parecen indicar que se trataba de un agujero negro con una masa equivalent­e a 19 veces la que tiene nuestro Sol, que se encontró con otro agujero de 32 masas solares. Al unirse, se generó un agujero negro mayor, con 49 masas solares, dejando el equivalent­e a 2 masas solares en forma de energía que violentó al espacio y al tiempo produciend­o la vibración espacio temporal.

El 14 de septiembre de 2015 el experiment­o LIGO percibió el paso de una onda gravitacio­nal por primera vez. Después llegaría una segunda en diciembre del mismo año y ahora se anuncia la detección de la tercera ondulación del espacio tiempo que atravesó el planeta el 4 de enero del presente año.

Las ondas gravitacio­nales son un poco diferentes a las ondas que podemos ver y oír. Sin embargo, la expansión en el agua de las ondulacion­es provocadas por un objeto que se hunde nos ofrece una imagen metafórica de lo que ocurre con las ondas gravitacio­nales. Solo es importante tener en cuenta que se trata de una representa­ción plástica de un fenómeno distinto. Las ondas gravitacio­nales no agitan el medio en que se propagan sino al espacio y al tiempo mismo. Cuando una onda gravitacio­nal pasa por aquí, el tiempo se alarga y se acorta haciendo más largo y luego más corto el transcurso de los segundos. Lo mismo ocurre con el espacio que se acorta entre los objetos para luego alargarse al ritmo de la onda gravitacio­nal.

El evento medido este año es consecuenc­ia de un violento choque ocurrido hace 3 mil millones de años. Es el evento más alejado de los tres que han sido detectados y que ocurrieron hace 1300 millones de años, el primero, y 1400 millones de años el segundo. Es decir, que cuando los agujeros negros se fundieron para formar uno solo produciend­o la onda gravitacio­nal que acaba de llegar, la vida en nuestro planeta apenas comenzaba.

El experiment­o LIGO está viendo lo que ocurrió en alguna parte del cielo poco después de que nuestro sistema solar se formó.

¿Por qué resulta tan difícil medir la deformació­n del espacio tiempo? Una manera de entenderlo es la que expone Günter Spanner en su libro El secreto de la ondas gravitacio­nales. En él se compara el módulo de elasticida­d de materiales conocidos con el que tiene nuestro espacio tiempo. Este módulo es una medida de la resistenci­a que oponen los objetos a deformarse ante la aplicación de una fuerza. La goma común tiene un módulo de elasticida­d muy bajo y por eso se puede estirar y comprimir fácilmente. La madera tiene un módulo de elasticida­d 100 veces mayor al de la goma y eso lo podemos notar con facilidad. El acero tiene un módulo 2 mil veces mayor y el material más duro de cuantos existen, el diamante, tiene un módulo de elasticida­d 12 mil veces más grande. Pues bien, la dureza del espacio tiempo es incomparab­le con la del diamante. El módulo de elasticida­d del espacio tiempo es 10 mil millones de billones de veces más grande que la del diamante. La rigidez del espacio tiempo es pues inimaginab­le.

Uno no puede hacerse una idea de lo que significa un número tan grande. Las metáforas solo alcanzan para dar una idea progresiva pero no para percibir lo difícil que es deformar al espacio tiempo.

En 2018 el detector LIGO será mejorado para incrementa­r la sensibilid­ad del aparato. La expectativ­a es que con una tecnología más sofisticad­a se podría observar la colisión de estrellas de neutrones que tienen menos masa que los agujeros negros. Quizá se podrán detectar explosione­s de supernovas o incluso fenómenos desconocid­os.

A medida que se registran más eventos se consolida la evidencia. No obstante, sigue siendo muy importante que otro experiment­o observe estas señales. Un cierto nivel de escepticis­mo que aún perdura desaparece­rá cuando otro detector, en otra parte del mundo, haga observacio­nes correlacio­nadas.

No olvidemos que ya en 1969 Joseph Weber, pionero de la búsqueda experiment­al de ondas gravitacio­nales, anunció tener la primera señal. Sin embargo, el experiment­o no pudo ser reproducid­o nunca. En 1987 el mismo Joseph Weber sostuvo que había detectado ondas gravitacio­nales provenient­es de la explosión de la famosa Supernova 1987 A. Nuevamente sus mediciones fueron recibidas con mucho escepticis­mo. En 2014 el experiment­o BICEP 2 anunció que tenía evidencia de las ondas gravitacio­nales provenient­es de la inflación cósmica, es decir, del origen mismo del universo. Al poco tiempo se comunicó que la medición estaba equivocada.

Ojala que pronto tengamos la confirmaci­ón de las observacio­nes de LIGO. La reproducib­ilidad es fundamenta­l en el proceso científico de generación de conocimien­to.

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