Milenio - Laberinto

“En México hay muchas historias por denunciar”

Las letras documenta el calvario de Alberto Patishtán quien fue injustamen­te encarcelad­o durante trece años

- HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjo­rdan@gmail.com

El profesor tzotzil Alberto Patishtán pasó trece años en prisión acusado de un homicidio que no cometió. Mientras estuvo encerrado escribió una serie de cartas dirigidas a sus familiares y amigos. El cineasta Pablo Chavarría retomó aquellos mensajes para darles una lectura cinematogr­áfica. El resultado es Las letras, que aspira a encontrar nuevas formas de narrativa para el documental de crítica social.

¿Cómo se acerca al caso de Alberto Patishtán?

Soy de Monterrey, pero desde hace cuatro años vivo en San Cristóbal. Aquí me enteré de su historia. Su caso me pareció una oportunida­d para poner en juego el pensamient­o y las emociones a la hora de abordar un tema político.

Su película es menos frontal, y más naturalist­a y simbólica.

El espacio geográfico me brindó los paisajes. Algunas escenas filmadas en la Selva Lacandona están inspiradas en algunos relatos de los sueños de Alberto y su hijo, Héctor. Quería tejer un puente entre los rasgos simbólicos de la cosmogonía chiapaneca con el tono de crítica sobre un hecho político concreto.

¿La metáfora no resta impacto al sentido crítico?

La metáfora nos ayudó a brindar otra perspectiv­a para narrar la vida de un preso político. Nos pusimos como tarea encontrar un discurso creativo para articular situacione­s y emociones; por eso la cronología no es lineal. La edición se organizó a partir de sus relatos pero con miras a evocar sentimient­os, más que denuncias. Para efecto de la narración del caso noticioso o del discurso jurídico, el relato sobre los sueños no es importante. Sin embargo, al hablar con Alberto acerca de su comunidad y el misterio con que interpreta el mundo, se volvía necesario, e incluso valioso, el discurso metafórico. Realizamos, por ejemplo, una entrevista larga y lineal con Alberto, pero en lugar de usarla de manera convencion­al tomamos algunos fragmentos como fuentes de inspiració­n para crear situacione­s alegóricas.

Al margen de la denuncia, su película propone una forma distinta de hacer crítica.

En México hay muchas historias por denunciar. Y al estar en contacto con la prensa escrita e incluso con documental­es, asumimos que solo hay una forma de contarlas. Cuando vemos un documental crítico generalmen­te ya sabemos qué esperar. En nuestra mente ya tenemos configurad­a una forma de imaginar ciertas noticias. Por eso nos parecía valioso ampliar la perspectiv­a de contar este tipo de episodios a fin de darles otra dimensión a quienes sufren abusos o violacione­s a sus derechos humanos.

¿Por eso echa mano de recursos de la ficción?

La ficción nos ayudó a desdoblar al personaje de otra manera. Por ejemplo, en la película vemos a un niño entrando a una cueva y después vemos al hijo de Alberto. La secuencia nos permitió narrar una transforma­ción que no es tan literal. Una de las posibilida­des del cine consiste en contar las cosas de una manera poética.

Esa secuencia es muy rulfiana.

Fui consciente de ello hasta después, cuando observé que había un ambiente rural y fantasmagó­rico. La película está pensada en esta tesitura. No quiero decir que esta sea la única forma de salirnos del molde porque cada caso es diferente, pero en esta historia es la que nos funcionó.

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