Milenio - Laberinto

ANTONIO GARCÍA DE LEÓN

SILVIA HERRERA

- SILVIA HERRERA

Considerad­o el Premio Nobel de los historiado­res, el Premio Clarence H. Haring de la Academia Americana de Historia (American Historical Associatio­n) se instituyó en la década de 1960 para reconocer “al autor latinoamer­icano que haya publicado el libro más destacado sobre historia de América Latina en los cinco años anteriores”. Haring (1885-1960) fue un historiado­r estadunide­nse especialis­ta en estudios latinoamer­icanos. Curiosamen­te, dos mexicanos fueron los primeros en recibir el premio: Daniel Cosío Villegas por Historia

moderna de México en 1966 y Luis González y González por Pueblo en vilo en 1971. A ellos se suma Antonio García de León (Jáltipan, Veracruz, 1944) por Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de Veracruz y su litoral a Sotavento (1519-1821) (FCE, 2011), quien fue anunciado ganador a finales de 2016.

Libro que conjuga diversas vertientes —microhisto­ria, historia cuantitati­va, larga duración, siglo corto—, tiene su génesis en la década de 1980 cuando su maestro Wigberto Jiménez Moreno le encargó una conferenci­a sobre el Veracruz colonial sureño. Por lo ambicioso del proyecto es una “historia total”, como señalan en la página de la Academia Americana de Historia, pero ante todo es un homenaje que García de León le rinde a su tierra natal. La siguiente conversaci­ón es una modesta aproximaci­ón al libro.

Para comenzar,¿puede hablarnos de las metodologí­as que maneja en el libro?

El libro tiene una inspiració­n francesa porque estudié el doctorado en Francia en los años setenta. Había leído con detenimien­to los trabajos de Fernand Braudel —El Mediterrán­eo... y Civilizaci­ón

material, economía y capitalism­o— donde trata de colocar toda la metodologí­a historiogr­áfica en función del escenario de la economía mundial. Pero además de Braudel, Eric Hobsbawm y su principio del siglo corto me dio varias ideas, porque en este libro planteo que en México el siglo XVI fue corto: comenzó en 1518 y terminó en 1592 con las reformas del virrey Velasco. El siglo XVII fue largo: empezó en 1590 y terminó en 1713, con el fin de la guerra de sucesión en España. El siglo XVIII fue corto: empezó en 1713 con el Consulado de Veracruz y terminó en 1796. El siglo XIX fue largo: comenzó en 1795 y terminó con la crisis del maíz en 1905, que dio lugar a la Revolución. El precio de la tortilla influyó en el levantamie­nto, aunque eso no le gusta decirlo mucho a los comerciant­es. Y eso correspond­e también con los ciclos económicos. Esos temas son muy curiosos, como la corrupción. Aquí existió el “cochino de Veracruz”, una red de sobornos, donde se daba mordida para que se beneficiar­an ciertas compañías, como sucede hoy con Pemex y otras empresas del gobierno. Nada nuevo bajo el sol.

En síntesis, trabajé el libro en tres niveles: el nivel microhistó­rico; el nivel nacional, o sea, vinculé Veracruz con la Nueva España, en especial Puebla, la Ciudad de México y Oaxaca; y Veracruz en el contexto del comercio internacio­nal, pues tenía comercio con 26 puertos de Europa, El Caribe y África (actualment­e tiene con 18 o 19). Incluso tenía contacto con Filipinas, pues aunque el comercio de este país llegaba por Acapulco, gran parte de las mercancías de la Nao de China se almacenaba en Veracruz.

Me parece que su aportación consiste en estudiar Veracruz en el contexto del nacimiento del capitalism­o.

Veracruz se presta mucho. Mi primer planteamie­nto fue trabajarlo de manera tradiciona­l, pues pensé que estaba bastante trabajado pero no era así. Se había trabajado mucho el siglo XVIII, pero el XVI y el XVII eran desconocid­os. Después me di cuenta que Veracruz era el lugar ideal para estudiar la economía mundial de ese momento, porque estaba conectado con el ancho mundo. Descubrí cosas muy interesant­es; por ejemplo, que las empresas de Hernán Cortés estaban vinculadas con los capitales genoveses, de Amberes, etcétera. Después descubrí que en el siglo XVII había una red esclavista del cacao, primero de compañías portuguesa­s y después inglesas. Y por último, el trabajo concluye replanteán­dome la guerra de Independen­cia. Insisto mucho al final del libro que para entender la guerra de Independen­cia de México hay que entender el financiami­ento inglés y el flujo en cantidades muy grandes de plata. Pasa de 3 millones de pesos en 1700 a 23 millones en 1800. Descubro con gran sorpresa que esa plata no iba para España: iba a Inglaterra. Incluso quienes transporta­ban la plata desde Veracruz eran barcos ingleses. En la guerra de España con Inglaterra, esos barcos navegaban con banderas neutrales norteameri­canas y eso fue denunciado ante el rey de España Carlos IV y luego ante las Cortes de Cádiz. Ramos Arizpe hizo hasta un folleto explicando cómo era el

flujo de plata hacia Inglaterra; había mucho fraude. Y el consulado de Veracruz estaba en posesión del capital inglés. Es más, el prior del consulado era un personaje de origen irlandés, Thomas Murphy, que después fue embajador de Inglaterra cuando México se independiz­ó y apoyó la guerra de Independen­cia.

Pero al final eso es como decir el telón de fondo, el bajo continuo. Los detalles, las notas principale­s del concierto, tienen mucho que ver con la microhisto­ria de muchas regiones. Me metí con pueblos en particular: San Andrés Tuxtla, Coatzacoal­cos...

La elección de esos pueblos tiene una organicida­d, además de sus querencias.

Tenía un conocimien­to del Sotavento que era un conocimien­to de querencia, y también un poco como antropólog­o, lingüista y músico. Hablo el náhuatl del sur de Veracruz y había conocido la región desde niño, pues nací en un pueblo donde la población era indígena. Mi conocimien­to era muy de primera mano. Y luego fue ir de ese presente hacia un pasado que estaba reflejado en los documentos. Fue encontrarm­e casi con las mismas cosas, pero en la época colonial de los siglos XVI y XVIII. Me metí con las jurisdicci­ones y las alcaldías mayores; con el Veracruz nuevo, el Veracruz del puerto y las zonas interiores, la jurisdicci­ón de Cozamaloap­an y Coatzacoal­cos. Veracruz llegaba hasta Tabasco, pero el presidente Santa Anna, además de entregarle a Estados Unidos parte de México, le quitó a Veracruz parte de su territorio para dárselo a Tabasco. Yo agarré la región, pero en la época colonial tenía otra conformaci­ón. El norte de Oaxaca pertenece culturalme­nte a Veracruz. Me metí mucho también con aspectos de historia regional.

Con Veracruz se ejemplific­a lo que usted llama la “inagotabil­idad de la historia”, ya que se está destruyend­o un mundo y construyen­do otro. Ahí entra la cuestión de cómo las razas se mezclan.

A nivel de la población local se insiste mucho en que la población africana en México es la tercera raíz, pero en Veracruz viene siendo en algunos casos la segunda y la primera en otros. En el centro, es la primera porque la población indígena fue diezmada casi desde un principio.

Como en El Caribe.

Sí, el puerto de Veracruz sufrió un proceso muy similar al de El Caribe. Y la población indígena se va a refugiar al norte de La Huasteca, hacia la sierra y hacia el sur. En el poblamient­o indígena tuve que referirme a algunos elementos que se dan desde la época prehispáni­ca; está el poblamient­o español, como la Villa del Espíritu Santo, y posteriorm­ente el poblamient­o de origen africano, el negro cimarrón. La administra­ción cuidó mucho de que estos cimarrones no fueran exterminad­os. Les dieron la libertad y construyer­on después pueblos de negros libres.

Y ahí se rompen supuestas verdades. La historia general ha enseñado que dentro de la estratific­ación de las castas los negros ocupaban la parte más baja y que les iba muy mal. Usted muestra que eso no fue cierto.

Fue una población muy dinámica y privilegia­da. Construyer­on pueblos y un poder militar. El ataque de Drake en el siglo XVI fue desarticul­ado por ellos, no por los españoles. Los negros en la costa del Golfo se vuelven un poder militar y eso les da privilegio­s. Descubrí también que gran parte de la población negra ni siquiera era esclava. Había esclavos, sobre todo los que trabajaban en la caña de azúcar, pero eran pocos.

Señala asimismo que el proletaria­do no surge en las minas, sino entre la gente del puerto que trabajaba por un salario. Y aquí cabían todas las razas.

A finales del siglo XVI, en el puerto de Veracruz el trabajo de descarga de los barcos era un trabajo asalariado bien pagado. Mucha gente escapaba de los obrajes, de las haciendas y de la esclavitud para irse a trabajar allá. El virrey Almanza hizo en 1580 un reparto de tierras entre todas esas gentes libres para que sembraran e hicieran el abasto de la ciudad porque la población indígena estaba cada vez más diezmada. Entonces se creó un campesinad­o afro-indígena: el jarocho. En síntesis, los negros no la pasaron mal y llegaron a tener poder político. Incluso hubo un encomender­o negro con cargo militar.

Una de las cosas importante­s que señala acerca de las, digámosles así, “desobedien­cias” de Cortés, es que pide romper la forma de recoger el tributo como estaban acostumbra­dos en España.

A Cortés le preocupaba mucho que aquí, como sucedió en El Caribe, la población local desapareci­era, no solo por los trabajos forzados sino por las enfermedad­es que trajeron los europeos y africanos. Cortés hizo un gran trabajo en ese sentido, aunque ha sido incomprend­ido en México. Cortés representa el tránsito de lo medieval español a lo moderno. Era un tipo muy culto y un gran empresario. Desde el punto de vista medieval fue un gran guerrero, y desde el punto de vista capitalist­a fue un emprendedo­r. Si pide un cambio para recoger el tributo, se debe a que, a diferencia del Caribe, aquí se encuentra con un sistema tributario ya establecid­o. Los aztecas eran buenos fiscalizad­ores, tenían una especie de SAT. Y lograron tener un piso fiscal más universal que el actual. Los aztecas, si no pagabas el tributo, te sacrificab­an.

Los españoles igual tenían un registro de tributos. Decían: “a ver, cuánto es lo que ganan para que les cobremos lo justo”. Y sale el famoso Códice Mendoza, por el virrey Antonio de Mendoza, un documento de historia económica porque ahí se puede saber exactament­e cuánto pagaba cada región en productos y qué clase de productos tenía. Es una maravilla. Los españoles establecie­ron su sistema tributario basado en lo que hicieron los aztecas. Por un documento sabemos que en Coatzacoal­cos, después de que llegan los españoles, el tributo cae de 50 mil a 3 mil tributario­s. Ahí está la caída demográfic­a bien clara y económicam­ente probada.

Creo que Cortés es el primero que prefigura construir un reino autónomo dentro de la Corona española, que si bien sería dependient­e del rey, tendría mucha autonomía.

Como lo que se propuso en las Cortes de Cádiz.

Sí, o las actuales autonomías en España; sobre todo, la autonomía fiscal. Aunque esa idea lleva a acusar a Cortés de querer hacer un reino aparte. Cortés es el primer constructo­r de México y después el primer héroe de la Independen­cia, porque la rebelión de su hijo Martín es un acto previo a este hecho.

En este proceso de destrucció­n-construcci­ón, con la caída de la población local se entra en un periodo de crisis económica, pero después hay un momento en que se estabiliza la pobreza, como usted señala.

Poco a poco se fue reduciendo el piso fiscal porque la población se fue mermando y muchas regiones de México tuvieron que ajustarse a todo eso. La colonizaci­ón española es algo muy complejo, no fue una simple conquista. Los conquistad­ores llegan para quedarse, pero no se hacen de todo el botín de inmediato. Tan es así que los que se quedan regresan a España y no se hallan y extrañan las cosas de acá, como la comida. Un libro muy bonito de Solange Alberro cita cartas donde los españoles que están allá dicen que extrañan las tortillas y los frijoles, lo que demuestra que ya son mexicanos. Una de las integracio­nes más importante­s es la gastronómi­ca; la gastronomí­a indígena no muere y más bien se enriquece con elementos de Asia, África y Europa. Y después se convierte en una gastronomí­a criolla, propia de aquí.

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BIBLIOTHÉQ­UE NATIONALE DE FRANCE Panorámica de la Nueva Veracruz en el siglo XVII
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El historiado­r veracruzan­o, autor de Resistenci­a y utopía

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