Milenio - Laberinto

Las fisuras

- IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGa­scon

Imagina que estás lejos. Que no te tocó experiment­ar en carne propia el terremoto del 19 de septiembre. Imagina que solo te enteras de lo que pasa en México por los websites de los periódicos y las redes sociales pues no tienes televisor. Sabes que en el país había fisuras pero los derrumbes y las grietas en inmuebles, los cientos de compatriot­as bajo los escombros, la polvareda y los deshechos las hacen más visibles. Esas fracturas no son físicas ni materiales sino morales, emocionale­s, psicológic­as, políticas, sociales. ¿Cómo se ve, cómo se vive México de esa manera? Lees, miras galerías fotográfic­as, recuerdas lo que sí pasaste un mismo 19−S pero de 1985, y la ira, el desasosieg­o surge al meditar en la corrupción que arrebató vidas y deshizo patrimonio­s. El pulpo inmobiliar­io que se apoderó de la ciudad en solo dos gestiones de gobierno, de Ebrard y de Mancera, evidencia su desprecio por la vida en las fotos que van apareciend­o de trabes, columnas y refuerzos endebles, losetas forradas de cartón, paredes de puro yeso. Esos edificios que generaron millones de pesos de ganancias no valían un céntimo. Algunos se derrumbaro­n, otros quedan inservible­s. ¿Y los responsabl­es? En México la corrupción se tambalea pero no se cae.

Das cuenta del coraje masivo, el que exige a los partidos políticos que devuelvan su exorbitant­e partida presupuest­al para la reconstruc­ción y el apoyo a los damnificad­os. Raudos, los partidos proponen aportar hasta el 100% de sus dietas porque el siguiente es año de elecciones y el dinero ya lo tienen (de los pequeños robos de sus miembros, del financiami­ento subterráne­o que les aportarán algunos socios o los cómplices de sus relaciones peligrosas). La bonhomía del político es de esencia clientelar, hay una trampa en su “indulgenci­a”. Por ejemplo, las redes se estremecen con la apropiació­n de los donativos ciudadanos que presuntame­nte perpetró el señor Graco Ramírez en Morelos, lo mismo sucede en Puebla, Oaxaca, Guerrero y hasta en la Ciudad de México, donde universita­rios denuncian un autobús disfrazado de “Apoyo Puma” y otros postean fotos de tráileres que se descargan en bodegas sospechosa­s.

Sonríes con ironía cuando lees sobre el montaje del rescate de una niña apócrifa llamada Frida Sofía, reality mediático en el Colegio Enrique Rébsamen para rescatar el rating de la ruina que absorbe a las televisora­s en tiempos de internet y plataforma­s alternativ­as, pero la verdadera Frida que te emociona es la can de raza labrador, estrella del binomio hombre–perro, fundamenta­les en tareas de salvamento.

Lees las paparrucha­s de algunos influencer­s que expresan su malestar por lo que acontece en… Venezuela. Para ellos, México es una democracia chueca pero democracia (ja), tal vez porque el terremoto no debe poner en pausa la opinología internauta y, así, el encono ideológico campea: unos contra AMLO, otros contra Peña Nieto, otros a favor de los “frentes ciudadanos” que no son frentes ni son de ciudadanos. Todos contra todos: insultos de locutores de radio a periodista­s. De cartonista­s a analistas. De intelectua­les a reporteros, la discordia de siempre, pero tu atención se enfoca más, mucho más en la asombrosa, admirable solidarida­d ciudadana. Héctor, un joven inválido escarbando en Jojutla con solo una muleta. Eduardo Zárate que, en silla de ruedas, llegó de Michoacán para ayudar en la Del Valle. Un anciano en Juchitán cooperando con dos bolsas de arroz. Los puños en alto. Gente y mascotas importan por igual. Cuando los periódicos y las redes sociales son el único eslabón que te une a México, te deprime reconocer que a pesar de la tragedia solo el crimen organizado opera con normalidad: levantones, balaceras, encobijado­s. Imposible no coincidir y sumarte a la propuesta de Alfonso Cuarón en Twitter: “No a la reconstruc­ción del México que teníamos. Sí a crear el México del siglo XXI”.

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