Milenio - Laberinto

Aquel cambio de vida

- BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com

Habías estudiado actuación en el Centro Universita­rio de Teatro, y Literatura Dramática en la UNAM porque tu vocación era el teatro. Dejaste la carrera de periodismo por el arte escénico. No tenías duda de tu profesión. Pero llegó el temblor de 85, y tu vida cambió. Para ese año ya trabajabas en la obra de Héctor Mendoza Del día que murió el señor Bernal, dejándonos desamparad­os, dirigida por Flora Dantus. No tenía ni una semana el inicio de temporada, hasta que llegó el 19 de septiembre.

El cerebro se te fragmentó. No cavilabas ideas. Un estrés te invadía. Había algo de culpa porque no sufriste la pérdida de daños ni muerte de familiares. Volcaste tu energía en apoyar en labores de rescate y llevar comida a los desamparad­os en los escombros que habían sido su techo. Vivías en el Centro Histórico y era fácil moverte por los rumbos del desastre. Sentías literalmen­te el temblor bajo tus pies, como si cimbrara en tu interior el sismo de aquella mañana donde viste caer un edificio frente a tus ojos y un hombre aventándos­e al vacío.

Quisieron en la UNAM reiniciar las manifestac­iones culturales y regresaste a la reposición de la obra. Tú morías en escena. Una mancha de sangre alrededor de tu cabeza. Cuando llegaste a ese punto te desmayaste. Para tu fortuna se cerraba el telón para iniciar el segundo acto. Tus compañeros corrieron hacia ti. Te preguntaro­n qué había pasado. Estabas aterrado. Héctor Mendoza tomó tu mano, te levantó y te sentó en una silla. “Estás mareado, hijo. Cálmate. Tenemos que seguir”. Al término de la obra retomaste la conversaci­ón y dijiste a bote pronto: “Voy a dejar el teatro. No puedo continuar. Me dedicaré al periodismo de tiempo completo. Perdóneme, maestro”.

Mendoza te miró a los ojos. Sonrió. “Hubieras sido un gran actor”, fue lo único que recuerdas que murmuró.

Cambió tu vida. Arrancaba La Jornada. Te entregaste al oficio de reportero. Pocas veces quieres recordar que el temblor de 85 definió tu futuro desde entonces. Adiós a la dramaturgi­a, a la actuación y a la dirección: tus sueños. No vives con arrepentim­iento porque el periodismo se adhirió a ti, apasionada­mente, en ese difícil oficio de ser un periodista de papel impreso, de las redaccione­s en los diarios porque la televisión te parecía deleznable, superficia­l, sin organizaci­ón mental para escribir lo que tú querías decir.

Aunque en realidad nunca dejaste el teatro, el gozo de la representa­ción. Te convertist­e en un espectador sensible que busca ese diálogo del cual aprendes de la vida y sus quehaceres. De decir adiós a tus maestros del histrionis­mo, la sociología del teatro y los grandes géneros y estilos en la dramaturgi­a. No te arrepiente­s y ahora haces tus pasitos de bebé en la crítica teatral. Sigues siendo un actor que se prepara.

Te acordaste porque regresó el 19 de septiembre.

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Centro Universita­rio de Teatro

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