Milenio - Laberinto

“LEO POCA LITERATURA LATINOAMER­ICANA”

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LONDON S.E.7

16 de julio de 1977

Querido Danubio, ¿cómo responder tus cartas? Están tan bien escritas que resulta dificil contestarl­as in kind, como dicen los ingleses. Tienen la concentrac­ion y la inteligenc­ia de tus críticas de Plural y siempre te las arreglas para decir algo acertado, como tus opiniones sobre La cartuja. A raíz de mi nervous breakdown, con muy poca capacidad de concentrac­ión para escribir, me puse a leer los libros más grandes que tenía en mi biblioteca, aun los que hubiera leído, y me leí las obras completas de Stendhal. Creo que las escenas iniciales de La cartuja no han sido superadas nunca y que todo el esfuerzo que hizo Tolstoy en Guerra y Paz resulta baldío, derrotados todos sus tomos por las pocas páginas de Stendhal. Pero lo que más me gustó —mi vieja afición por las autobiogra­fías— fue La vida de Henri Brulard, si es que se titula así. Es un libro de una modernidad ejemplar: también allí, como tú dices, se trata de la vida y no de la realidad.

Conocí a Cortázar en 1963, antes de Rayuela, no por razones literarias sino porque me lo pedían en Cuba el pobre Calvert Casey y Rine Leal, a quienes había conocido y encantado en su primer viaje a La Habana. Me sorprendió, después de su estatura, su modestia, que yo creí real entonces. Fue en uno de mis viajes a París desde Bruselas. Después lo vi otras veces (ya había publicado Rayuela pero no lo había alcanzado el éxito todavía) y cuando comenzó mi exilio lo visité desde Londres, para conseguir el permiso para adaptar al cine su cuento ”La autopista del sur”. Había cambiado bastante, pero the sea change, el cambiazo, fue evidente cuando viajé a París en 1968 (precisamen­te me sorprendie­ron allí los evenements) y me encontré con un hombre de una vanidad monstruosa, visible por debajo de lo que era una falsa modestia. Esta falsedad alimentada por la inmodestia es lo que me hizo no poder leer 62, con su cita de sí mismo. Ya te conté mi último encuentro con su literatura en El

último round, no me extraña que se hayan infectado sus cuentos, que es lo que él hacia mejor, Rayuela resultando una compota de Huxley y Mircea Eliade. Así no seré uno de los lectores de su último libro de cuentos, como tampoco leí el anterior. Prefiero, por supuesto, a Borges que en su Libro de arena se reivindica del Informe de Brodie.

Leí La ciudad y los perros y me pareció una novela bien hecha, pero nunca pude leer La casa verde, con sus complicaci­ones inútiles. No he vuelto a leer a Mario, excepto por un fragmento de su ensayo sobre Madame Bovary, que me pareció notable. Leo —sé que es mi culpa— poca literatura latinoamer­icana. Acabado el admirable De Quincey, estoy leyendo una antología de prosa inglesa, que, con muy pocas excepcione­s, demuestra la pasada riqueza de estas islas en literatura y la vida en general. El presente es bien pobre. Aun Anthony Burgess, en su último libro, Abba Abba, muestra una decadencia considerab­le.

Espero con impacienci­a para leer tus próximas crónicas. Es una pena que no puedas venir por Londres. Creo que te gustaría. L

Un abrazo,

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 ??  ?? N. de la R. Hemos acentuado las palabras, y subrayado aquellas que se refieren a títulos de obras y publicacio­nes, que no aparecían así en el manuscrito original.
N. de la R. Hemos acentuado las palabras, y subrayado aquellas que se refieren a títulos de obras y publicacio­nes, que no aparecían así en el manuscrito original.

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