El síndrome de Gálatas
Lo primero que agradece uno en Blade Runner 2049 es que no destruye el sabor de boca que dejó la original. Y eso que Harrison Ford produce un poco de vergüenza tratando de ponerse al tú por tú con una replicante que recuerda la golpiza que le propinaron 30 años atrás cuando, basado en la novela de Philip K. Dick, Ridley Scott reflexionaba en torno al significado del ser humano.
En aquellos años, Scott sostenía que la humanidad está en la mente. En la memoria para más señas. Hoy Denis Villeneuve reniega de esta posición y se inventa un Síndrome de Gálatas en directa referencia a la carta de San Pablo: “llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer”. He aquí el milagro del que habla Wallace, daimon platónico de Blade Runner 2049: Dios ha abierto la matriz de una replicante y la humanidad es tal no porque tenga memoria sino porque es imagen y semejanza de su creador.
Hace mucho que el cine estadunidense aburría con su visión mediocre de la ciencia ficción. Los bichos peludos de Star Wars, los navegantes interestelares y transgénero de Star Trek, los mutantes de Marvel y otros, alejaron al amante del género hacia la Rusia de Tarkovski (Solaris, Stalker) o la Francia de Godard (Alphaville). Los conocedores de hueso colorado, quienes fueron más allá de Asimov y su Serie Fundación no se dejaron engañar con las descocadas secuelas de Alien, mucho menos con los descerebrados pastiches bíblico–alucinógenos de los hermanos Wachowski y Darren Aronofsky. Justamente por eso es una buena película este Blade Runner 2049. No porque se crea uno lo de los daimon griegos sino porque hace honor a la etiqueta de “ciencia ficción” y reflexiona en torno a la posibilidad de producir cuerpo, espíritu y alma en un robot. Esta es en verdad la clase de temas que uno espera hallar en estas obras. Temas que giren en torno a cosas como la relación entre vida y creación y no un puro artificio banal.
Villeneuve hizo antes dos películas notables: Sicario es una suerte de política ficción e Incendios una auténtica tragedia griego–quebecois. Blade Runner 2049 puede aspirar con justicia al título de “ciencia ficción” como la entendían Stanisław Lem o los hermanos Strugatski.