“Las ficciones mexicanas son predecibles”
De naturaleza híbrida, Pacífico utiliza la construcción de una casa como metáfora del crecimiento de los personajes
La construcción de una casa en las playas de Puerto Escondido enmarca la historia de tres personajes y sus reflexiones sobre el mundo. Coral, una niña de 7 años, al salir de la escuela se dirige a la obra para encontrarse con su padrino Diego, un joven adicto al celular, líder de una banda musical y albañil. Mientras espera, conoce a Oriente, un carpintero que añora reencontrarse con su familia en un pueblo lejano. A salto de mata entre ficción y documental, Fernanda Romandía filmó Pacífico, película iniciática de corte costumbrista en la cual emparenta el desarrollo de la construcción con el crecimiento interior de los personajes.
¿Cómo fue que Pacífico pasó de documental a docuficción?
En principio, quise hacer el registro del proceso de construcción de la casa. Conforme se desarrollaron las obras conocí a los personajes: les encantó la cámara y empecé a construir un guión alternativo más ficcionado. Al tener la posibilidad de hacer dos películas, decidimos fusionarlas. Intercalar realidad y ficción jugó a nuestro favor ya que nos permitió darle una dimensión universal a la película.
En cierta forma es una película iniciática, pues la narrativa empata el crecimiento de un espacio físico con el crecimiento interno de los personajes.
Conforme los conocí fui descubriendo su alma. La parte del Quijote le fascinó a Oriente y se la terminó creyendo. Coral, la niña, no solo iba y venía: trataba de interactuar con los trabajadores de la obra dado que su padre era jardinero ahí. El comedor de la señora Irma era el centro de reunión. Es decir, quería una película híbrida en géneros, pero también en sus temas. Hablamos del amor, la soledad, la infidelidad.
¿Qué dificultades y virtudes implicó trabajar con actores no profesionales?
Una de las virtudes es que trabajaron de manera natural. Puede o no gustar, pero son auténticos. La mayor dificultad estuvo en la disciplina. No tenían la obligación de aprenderse un guión e improvisaban los diálogos. Para sortear esto me apoyé en las entrevistas. Los filmé durante tres años y tuve que adaptarme a ciertos cambios, incluso físicos. Sin embargo, creo que a la larga fue más favorable porque el tiempo nos integró. Gracias a la confianza que alcanzamos pude llevarlos a otros escenarios porque al principio me preocupaba que la película fuera muy asfixiante.
¿El uso de la cámara minimiza la rigidez histriónica de los personajes?
Antes de ser directora soy fotógrafa, y al darle tanto peso a la construcción quería trabajar con una fotografía de tipo arquitectónico. Este tipo de cámara nos permitió ser más operativos. En la obra había ruido, varillas en el piso y la foto fija nos ayudó incluso a crear una dimensión teatral porque usamos el cuadro como un escenario donde entran y salen los personajes.
Las películas costumbristas, como la suya, pierden terreno ante géneros como la comedia romántica. ¿Por qué?
Es difícil saberlo, la mayoría de las ficciones mexicanas son, en cierto modo, predecibles. Incluso, en el documental los temas son más o menos los mismos. Supongo que un valor añadido de mi película radica en que hablo de un México no urbano, y más o menos feliz. No es que mis personajes no tengan problemas, pero sus problemas no tienen que ver con el narcotráfico o la migración.