El dilema del movimiento
En días recientes he visto propuestas de danza contemporánea cuyo planteamiento coreográfico pone a debate los múltiples elementos que componen el concepto de danza contemporánea. Será un buen ejercicio pensar y discutir sobre el tema, sobre todo si se mantienen formatos como los “concursos”, pues para calificar la creación coreográfica es necesario establecer con claridad los parámetros desde los que se decide lo que se premia o lo que no y por qué. La subjetividad y el gusto juegan también un rol principal para la determinación de dichos parámetros y trastoca la naturaleza del debate. Aplica la sentencia “en gustos se rompen géneros”. El género contemporáneo en México es uno que no se rompe, pero tampoco se ajusta claramente y parece quedar en un limbo que lo reviste de indeterminación.
Uno de los elementos que ha ocupado mi reflexión y que he compartido con colegas y amigos dedicados a la danza es el del movimiento. El movimiento como unidad del discurso coreográfico es, para muchos, indispensable en la creación dancística. Existen múltiples matices respecto a este concepto: los motores, el estilo, la relación con otros elementos de la coreografía, la experimentación, etcétera. Pero aunque cada matiz supone una interpretación y una praxis distinta de la danza, su presencia y definición son indispensables en la creación de coreografía. Su ausencia nos coloca ante un problema serio y, lo sé, profundamente subjetivo. Presenciar una danza en la que sucede todo, menos movimiento, arroja al espectador a un estado de incertidumbre que no implica no entender el mensaje de intérpretes y creadores, sino en esperar una sintaxis del cuerpo en movimiento cuya ausencia frustra y agota.
Esa fue la sensación con la que salí de Bellas Artes el 11 de diciembre al concluir la Gala del Premio Nacional de Danza Guillermo Arriaga. La espera para ver cuerpos en movimiento fue agotadora y frustrante. Digna de mencionar la iluminación ganadora de Aurelio Palomino, cuya configuración del ambiente y el espacio fue propositiva y creativa. El circular de bailarines caminando en una y otra obra con secuencias esporádicas, y muy breves, de movimiento fue la constante.
Desafortunadamente, la conclusión propia y de mis contertulios fue la misma: me quedé con ganas de ver danza.