El principio de la sabiduría
Algunos aspirantes a la presidencia se ven de pronto echados al ruedo luego de una suma de circunstancias azarosas. Otros, lo tienen en la mira desde mucho tiempo atrás. Ahí está López Obrador, con más de doce años a la expectativa, en los que no ha crecido como orador ni tampoco ha aprendido inglés ni trucos nuevos, porque parece que en vez de imaginarse como jefe de Estado, apenas se ve como ganador de unas elecciones presidenciales. Extraña también que un chico con ambiciones como lo fuera Enrique Peña Nieto no se pusiera a estudiar inglés, ni leyera tres libros, ni escribiera su propia tesis. Si para llegar a presidente hubiese que pasar un examen de aptitudes, apuesto que el ganador sería Meade; lo que no apuesto es que el propio ganador tuviese una calificación aprobatoria.
Esencial para un presidente sería leer historia de México. Aquí hay mucho material, pero yo por romántico recomendaría México a través de los siglos. Teniendo luego que reforzar con algún libro que retome la historia después de la Reforma y pase por la Revolución. En cuanto a leyes, claro está que se debe leer la Constitución, cosa que muchos legisladores no hacen a juzgar por el modo como de vez en cuando le dan un pisotón.
La retórica es importante para cualquier candidato y presidente. Ahí hay mucho material que se viene acumulando desde la antigua Grecia. Pero bastaría con echar mano de un libro de retórica española y algunos compendios con los mejores discursos de la historia.
La Biblia no es un buen libro para gobernar. Nos enseña que el temor a Dios es la fuente de toda sabiduría, lo cual es una bobada. Enseña autoritarismo, venganza, machismo, homofobia y nada sobre democracia. Correctamente dice que “a los pobres los tendrán siempre con ustedes”, lo cual, aunque dogma presidencial, no es frase que gane votos.
En economía no está de más conocer las obras de Marx, Keynes y Adam Smith, siempre refrescadas con textos más contemporáneos que ya se refieran a un mundo global, digital y en proceso de calentamiento, de los cuales no hablo porque no conozco.
En cuanto a la seguridad, si de veras se quiere derrotar al narco, échenle un ojo a El arte de la guerra, no el de Maquiavelo, sino el de Sun Tzu, y se verá cuán bien se prestan sus consejos para la situación nacional. La guerra es un clásico de la humanidad, así es que no hace falta inventar un hilo a la medida.
En fin, esta columna no tiene espacio para tratar a fondo el tema, ni soy yo el indicado para hacerlo, pero sería bueno que una junta de notables preparara una lista con los cien títulos indispensables para todo mexicano con aspiraciones presidenciales. Por el momento, y como ya no es hora de aprender, sugiero que cada candidato tome los ensayos de Montaigne, y que los vaya leyendo en orden o por tema. No es posible hallar un mejor extracto de sabiduría para políticos y, en general, para cualquier persona. Son siglos de sapiencia compendiados en apenas unas mil páginas. Ahí está la experiencia de generales, reyes, emperadores y demás gente que sí se ganó un sitio en la historia. No es mucho pedir. Mil páginas de “resumen ejecutivo” para ser más sabios y evitarse papelones.
Que disculpen los antiguos profetas, pero hoy por hoy, el principio de la sabiduría es leer a Montaigne, porque leyéndolo a él, leemos a muchos sabios más sabios que el mismo Dios.