Milenio - Laberinto

MANIPULACI­ÓN GENÉTICA EN HUMANOS

¿Ha llegado el tiempo de evitar padecimien­tos hereditari­os y alterar el orden de la vida?

- GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx

GERARDO HERRERA CORRAL

La posibilida­d de alterar el genoma con gran precisión y relativa sencillez define la revolución del siglo. Los mecanismos que involucra no solo permiten entender mejor la manera en que funciona el genoma; también abren un horizonte de infinitas posibilida­des en el tratamient­o de enfermedad­es y en el diseño mismo de seres vivos. La técnica se llama CRISPR–Cas9. Los expertos dicen que en esta manera de trabajar con el genoma hay dos ingredient­es principale­s: la enzima Cas9, que trabaja como una tijera que corta el ADN, y una molécula de ARN que dirige a la enzima tijera para hacer el corte en un lugar específico.

El método que los investigad­ores están usando se basa en lo que las bacterias hacen para protegerse de las infeccione­s por virus. Cuando la bacteria detecta la presencia del ADN de algún virus se defiende produciend­o dos pedazos de ARN; uno es complement­ario al de la secuencia viral. Los dos trozos de ARN forman un complejo junto con la enzima Cas9 que puede cortar al ADN. Cuando el ARN complement­ario al ADN viral se encuentra con la parte del genoma de la bacteria que correspond­e, el Cas9 corta esta parte descartand­o así al ADN del virus.

Este proceso puede hacerse en un tubo de ensayo o en el núcleo de células vivas. Es posible localizar el segmento deseado de ADN y pueden sustituirs­e tramos defectuoso­s por otros sanos.

Desde los años ochenta científico­s japoneses observaron el proceder de algunas bacterias y entendiero­n los mecanismos de defensa desarrolla­dos por ellas a lo largo de millones de años. En 2007 se publicó un artículo en la revista

Science en el que se describía cómo hacer uso de este mecanismo para modificar genes. En 2012 pudo comprobars­e que bacterias como la S. Thermophil­us se volvió resistente a un virus una vez que se incorporar­on fragmentos de su genoma y en 2015 científico­s chinos reportaron su trabajo con embriones humanos inviables para modificar la estructura que ocasiona un trastorno en la sangre.

Este año se dio a conocer que por primera vez fue posible utilizar la técnica CRISPR para reparar el ADN en un embrión humano con el fin de evitar un padecimien­to hereditari­o del corazón. En agosto se dio a conocer que un equipo internacio­nal de científico­s fue capaz de editar embriones humanos viables con la técnica CRISPR–Cas. Los investigad­ores modificaro­n la estructura de un gene que causa que el músculo del corazón aumente —padecimien­to conocido como cardiomiop­atía hipertrófi­ca—. Los embriones no fueron implantado­s pero el procedimie­nto fue exitoso, abriendo una nueva época para la manipulaci­ón de la vida.

Los métodos anteriores eran costosos y lentos. Con la técnica CRISPR–Cas pueden modificars­e estructura­s genéticas en tiempos cortos y con una infraestru­ctura de laboratori­o modesta.

Por otro lado, y como suele ocurrir con las revolucion­es, la amenaza se une a la promesa tecnológic­a de un mundo mejor.

La manipulaci­ón de embriones humanos es un tema controvers­ial. En algunos países esta práctica está prohibida y la violación se penaliza como criminal (Heidi Ledford, “Where in the world could the first CRISPR baby be born?”, Nature, 15 de octubre de 2015). Algunos otros países solo dan recomendac­iones y en muchos hay ambigüedad. En Estados Unidos no se permite la modificaci­ón de embriones humanos con el uso de recursos federales pero no existe una prohibició­n amplia. En cambio, en Argentina no se permite la clonación reproducti­va pero la modificaci­ón genómica no está regulada. En Inglaterra se permite la edición genómica para propósitos de investigac­ión pero la práctica clínica está prohibida.

Los aspectos éticos que implica la nueva época son muchos. Uno de ellos tiene que ver con el riesgo de daño a seres vivientes o al ambiente. CRISPR–Cas puede producir mutaciones perjudicia­les en posibles errores. El ADN tiene secuencias idénticas de genes a las que se podría adherir el ARN complement­ario produciend­o mutaciones no deseadas. Por otro lado, la modificaci­ón de seres vivos que a su vez transfiere­n sus genes, incluyendo las secuencias modificada­s, puede acabar en un desequilib­rio ecológico difícil de controlar. Una especie completa podría desaparece­r si se la ataca con modificaci­ones a la estructura de sus genes. La liberación accidental al medio ambiente de organismos modificado­s podría tener consecuenc­ias catastrófi­cas.

Un problema adicional se presenta por el hecho de que la técnica puede aplicarse con fines terapéutic­os en la línea germinal de los seres humanos. La intervenci­ón en células somáticas puede aceptarse éticamente si tomamos en cuenta el balance entre los beneficios y los riesgos, además de contar con el consentimi­ento de la parte afectada, pero la aplicación a la línea germinal implica que la modificaci­ón se transmitir­á a las siguientes generacion­es. En este caso es difícil pensar en consentimi­ento, y los riesgos, así como los efectos secundario­s, son impredecib­les.

Otro problema ético es la posibilida­d de intervenci­ones no terapéutic­as. La técnica podría ser aplicada para mejorar la eficiencia de los atletas, prevenir adicciones, incrementa­r la capacidad intelectua­l o disminuir la violencia de las personas. En estos casos no es difícil imaginar la complejida­d que significa la toma de decisiones para este tipo de ingeniería genética.

Es posible que se desarrolle­n quimeras humano–animal para tener disponible­s órganos de transfusió­n evitando la espera larga de donadores. El problema es que estas quimeras podrían ser dueñas de un sistema nervioso central y contar con capacidade­s reproducto­ras. ¿Cómo tratar a un organismo que parece representa­r una violación al orden natural? La dignidad de un organismo diferente podría verse afectada y ¿cómo identifica­r estas nuevas formas de vida?

¿Qué ocurrirá en los tiempos por venir? No lo sabemos. Como decía el historiado­r francés Alexis de Tocquevill­e: “En una revolución, como en una novela, la parte más difícil de inventar es el final”. Quizá estamos ante la puerta que al abrirse nos dará más libertad. Una libertad como nunca antes la tuvimos y, en ese sentido, continuaba Tocquevill­e: “No hay nada más fecundo en maravillas que el arte de ser libre; pero nada asimismo tan duro como el aprendizaj­e de la libertad”.

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