Mojado intelectual
El Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México exhibe Guillermo Gómez Peña: mexican (in)documentado, primera retrospectiva del trabajo de este artista de origen mexicano que no es ni de aquí ni de allá, sino de ese lugar donde los límites provocan la reinvención.
El espectador aterrizará en el Planeta GGP (por las siglas de su nombre) y hurgará la exposición como un archivo. Una presentación que funciona tanto para quien lo conoce como para quien lo descubrirá. Ambos reflexionarán sobre cómo se construyó este artista, que ya desde la década de 1980 planteaba temas que hoy nos han rebasado. Contemplar su trabajo es también entender que el arte es necesario en la construcción de sociedades. Más allá de tener una intención política, Gómez Peña es un artista que ha experimentado diversos lenguajes y que ha hecho del performance una acción transdisciplinaria que no solo toca a los géneros de las bellas artes, sino que usa la palabra de manera visual.
Ahijado conceptual de Felipe Ehrenberg, como lo presume en una pieza al alimón con el artista César Martínez, su obra también muestra influencias de otros artistas a los que homenajea, como se ve en la pieza El figurín de mi adorado Melquiades Herrera. Para Gómez Peña, lo importante es el diálogo, la cooperación; de ahí que gran parte de su obra sea colaborativa. Si no qué es La Pocha Nostra, uno de sus proyectos más sólidos.
Pero más allá de su hacer comunidad en el arte, está su capacidad para hacernos reflexionar sobre el desarraigo, la contradicción, la exclusión, sobre lo que ocultamos por prejuicio. Sus acciones revelan tabúes, y al espectador no le queda más que asumirse en el límite. Imposible no sentirse atraído en ese lugar casi siniestro, donde todo es posible. Como si esa frontera, donde crece intelectualmente y se exilia, fuera una dimensión desconocida. El visitante está invitado a protagonizar algún performance para entenderse en esa oscuridad que niega. Su trabajo es provocativo porque es crítico. Su visión puede incomodar a muchos, quienes solo aciertan a ver la superficie de su obra, sin hurgar en las entrañas de un discurso que ha generado una imaginería pocha, chicana, en spanglish, fundamental para generaciones posteriores de artistas (sin encasillarse en las artes visuales). Recorrer esta muestra, curada por Janice Alva, es entender algunas de las expresiones actuales que sin duda se deben a la mirada de un Border Brujo que en el único tratado en el que cree es en el de la libre cultura.