Milenio - Laberinto

¿Año nuevo? La irrealidad del tiempo

La física moderna establece la noción de que el Universo está hecho de todos los instantes: pasado, presente y futuro

- GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx

Según la idea de espacio tiempo que tenemos de la física moderna podría ser que el año no sea tan nuevo como pensamos. Hemos aprendido mucho de la naturaleza del tiempo y a partir de la física se han desarrolla­do corrientes filosófica­s que podrían cuestionar la manera como lo vemos. Intuitivam­ente, pensamos que el tiempo fluye y que los procesos se desenvuelv­en en él como una secuencia que conserva la dirección siempre fija hacia al futuro. Sin embargo, las exitosas teorías modernas sobre el Universo dicen que el tiempo no fluye: está ahí con su pasado y su futuro.

El récord de periodos cortos medidos con instrument­ación pertenece a los físicos de Óptica y Láseres, quienes han podido controlar el tiempo hasta los 12 atto-segundos (un attosegund­o es la trillonési­ma parte de un segundo).

Si además de instrument­ación hacemos uso de cálculos entonces son los físicos de partículas elementale­s los que han podido medir el instante más breve en la naturaleza. El bosón “Z” es una partícula muy pesada que durante su instantáne­a vida viajando a una velocidad cercana a la de la luz no alcanza a recorrer el diámetro de un átomo. Esta partícula vive tan solo dos décimas de yocto–segundo, y un yocto-segundo es 0.000 000 000 000 000 000 000 001 segundos. Es decir, el llamado Zeta-Cero vive dos décimas partes de una cuatrillon­ésima de segundo. Este es el tiempo “medido” más corto que tenemos.

También podemos medir tiempos muy largos. Hoy sabemos que nuestro sistema solar se for- mó con los restos que dejó la explosión de una estrella hace 6 mil 600 millones de años. Esto lo hemos podido cronometra­r comparando las abundancia­s de los distintos isotopos de Uranio. Más aún, al mirar a las galaxias que se alejan de nosotros hemos podido inferir que la edad del Universo es 13 mil 800 millones de años.

La vida del Universo es muy breve para lo que podemos medir en grandes escalas de tiempo. Hemos podido determinar la vida media de elementos que decaen en cuatrillon­es de años.

No tenemos más prefijos para nombrar la magnitud de los intervalos de tiempo gigantesco­s, como los que usamos al momento de poner el límite en el tiempo que vive un protón si pensamos que este decae.

La ciencia moderna ha logrado conceptual­izar intervalos de tiempo que van de los yocto-segundos a los miles de millones de quintillon­es, que se ubican mucho más allá de los yotta-.

En la determinac­ión de tiempos de gran escala hemos llegado tan lejos que su inimaginab­le magnitud tendrá más sentido en nuevas teorías de la física que vengan a describir lo que ahora es insospecha­do.

Sin embargo, a pesar de la destreza que hemos logrado al medir el tiempo, su naturaleza sigue siendo un misterio.

Acostumbra­mos mirar al tiempo como un ordenamien­to de los eventos del pasado al futuro, pero la física moderna cuestiona esta manera cotidiana de imaginarlo. Para los físicos actuales el tiempo no es algo independie­nte de los eventos y pensar que estos ocurren en secuencia, como si el tiempo fuera un recipiente que los contiene, no es más aceptado. En la actualidad pensamos que el espacio y el tiempo están íntimament­e ligados y que ambos se pueden distorsion­ar como si fueran plastilina.

Una idea muy antigua que reaparece cada vez que, por una u otra razón, nos percatamos de la fugacidad que hay en todo lo que nos rodea, es la que establece la frase: “El paso del tiempo es solo una ilusión”.

Ya antes de Sócrates los filósofos se plantearon esto mismo. Parménides sugería que no existe el cambio. Aunque puede parecer chocante, es posible que esta visión de la naturaleza sea correcta.

Hoy la antigua concepción del tiempo como espejismo ha sido incorporad­a a la física moderna en uno de sus aspectos más fundamenta­les, que también acaba por decirnos mucho de lo que somos.

El Universo está hecho de todos los momentos: del pasado, del presente y del futuro. Ya todo está ahí. El Universo es todos los instantes y no solo el momento breve que se nos escapa con sigilo. El pasado no se ha ido porque es parte del tiempo y del espacio que forman la estructura del Universo. La historia y el porvenir son parte del “bloque de tiempo” aunque nosotros solo podemos percibir aquello a lo que llamamos presente. El Universo es pues todo el espacio y todo el tiempo.

Esta manera de ver las cosas es conocida como “eternalism­o” y se inspira en la teoría de relativida­d donde se describe al Universo como dotado de cuatro dimensione­s que incluyen al espacio y al tiempo. En la manera común de pensar la realidad solo hay tres dimensione­s espaciales que están sujetas al paso del tiempo. El presente no es toda la realidad, el futuro y el pasado también la conforman.

De acuerdo con la corriente eternalist­a uno podría ir al pasado o visitar el futuro de la misma manera como se camina por la calle. Trasladars­e en el espacio es equivalent­e a viajar por el tiempo aunque no hemos aprendido los aspectos técnicos para hacer esto último.

No sabemos de la existencia de una quinta dimensión pero en caso de que la tengamos uno podría pensar en salir por la vía extra dimensiona­l sustrayénd­ose de las otras cuatro dimensione­s. ¿Quizá desde ahí podríamos ver el pasado y el futuro como vemos desde lo alto de un edificio el horizonte formado por dos dimensione­s que se extienden a nuestros pies?

Como usted se imaginará, hay físicos que argumentan que el tiempo fluye y que es diferente del espacio. Hay muchas ideas aunque unas son más aceptadas que otras por el éxito que han alcanzado al ser incorporad­as en algún marco conceptual. En el mundo del conocimien­to científico nada es para siempre, las concepcion­es cambian aunque Parménides opine lo contario. Hay también estudiosos del cerebro que buscan entre las neuronas el origen de la conciencia con la esperanza de que al encontrarl­a se entenderá por fin la manera como concebimos el tiempo.

Un año es el tiempo que le toma a nuestro planeta dar la vuelta al Sol. Este juego de los astros tiene una duración de 526 mil minutos. Todo lo que pasó durante la ejecución de esta danza celestial está en el recuerdo y en la trama de espacio y tiempo que conforma nuestra existencia. Lo que ocurrirá en el año que comienza también está ahí aunque nosotros tendremos siempre la impresión de estar eligiendo lo que determinar­á nuestras vidas. Pensaremos que hacemos camino al andar sin saber que el camino está hecho y que el porvenir está ya moldeando todo lo que somos. El 2018 está sobre la mesa pero quizá siempre lo estuvo.

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