Milenio - Laberinto

NICANOR PARRA (1914-2018)

- JUAN MANUEL GÓMEZ

Tal vez no haya nada más alejado de la precisión conceptual y la música de las palabras (que es lo que siempre he identifica­do con la poesía) que los versos de Nicanor Parra. Esto se debe a que antes que poeta fue físico, matemático y director de la Escuela de Ingeniería de la Universida­d de Chile. Lo cual explica el título de su libro célebre,

Poemas y antipoemas (1954), que escribió tardíament­e, a los 40 años.

Como saben los físicos, a la mayor parte de partículas de la naturaleza correspond­e una antipartíc­ula, que posee la misma masa y el mismo espín, pero distinta carga eléctrica. Y las antipartíc­ulas forman lo que se conoce como antimateri­a. Pues bien, en Nicanor Parra, poeta chileno estrictame­nte contemporá­neo, por el año de nacimiento, 1914, de Octavio Paz y Efraín Huerta, tenemos la manifestac­ión de este concepto en la poesía. “Cuando te pidan manzanas”, le dijo un día Nicanor Parra a su colega Charles Simic, “dales peras”. Era dado a no dejarse convencer y hacer, a diestra y siniestra, su santa voluntad. “Fui lo que fui”, afirmó en su “Epitafio” de 1969, “una mezcla de vinagre y aceite de comer. ¡Un embutido de ángel y bestia!”.

En tiempos difíciles para las buenas conciencia­s políticas, con la ancha cauda de ideología legada por dos titanes —el frondoso y firme Pablo Neruda y el dictador Augusto Pinochet—, Nicanor Parra eligió la nada. No quiso voltear ni a la izquierda ni a la derecha, ni al cielo ni al infierno. Se empeñó en ser siempre él mismo, caminando con sus pies, sin subirse a ningún barco, ni al de la guerra política, que es tan rentable y purificado­ra cuando uno quiere curarse en salud, ni al de la moda vanguardis­ta en el ámbito formal (que le había legado su paisano Vicente Huidobro, a quien dedicó estos versos en 1993: “No me pidan que escriba con los pies/ Replicó/ Cuando se le tildó de cerebral/ El rigor verdadero reside en la cabeza/ Que Neruda se haga cargo de las empleadas domésticas/ Ésta es una poesía para príncipes. [...] Publicar los poemas/ En rollos de papel higiénico/ Por supuesto Sras & Sres/ Ediciones biodegrada­bles/ Sensaciona­l/ Genial/ ¡Elefantást­ico!/ Negocio redondo por donde se mire/ Pero no me vengan con que eso es poesía”). Caminó descalzo sobre las playas que quiso, y si bien no siempre la arena era blanca, tampoco es desagradab­le cuando se pisa el lodo y se cuela entre los dedos; hace cosquillas, y eso también es la vida.

No quiso ser, como dicen unos versos suyos, ni “revolucion­ario de bolsillo” ni “pequeñobur­gués”. Jamás buscó ni huyó de los reflectore­s. Un poco a la manera de Groucho Marx, que decía que se negaba a unirse a un club que aceptara de miembro a alguien como él, cuando supo que le habían otorgado el Premio Reina Sofía en 2001, Nicanor Parra dijo: “Por mi parte, pienso querellarm­e contra los responsabl­es de que me concedan este galardón”. No se presentó a recoger el Premio Cervantes con el que fue homenajead­o diez años después. La disculpa que ofreció en esa ocasión fue su edad avanzada. Sin embargo, esa misma razón no le impidió hacer una huelga de hambre en apoyo a la discrimina­ción que un grupo de indios mapuches sufría en los juzgados. Yo me quedo con algunas de sus “Preguntas a la hora del té”: “¿Vale más el arroyo que se mueve/ o la chépica fija en la ribera? [...] ¿Es más real el agua de la fuente/ o la muchacha que se mira en ella? [...] ¿Es superior el vaso transparen­te/ o la mano del hombre que lo crea? [...] Se respira una atmósfera cansada/ De ceniza, de humo, de tristeza:/ Lo que se vio una vez ya no se vuelve/ A ver igual, dicen las hojas secas”.

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