Milenio - Laberinto

Para prolongar nuestra lectura de JEP

Recordamos al autor de Morirás lejos (30 de junio de 1939-26 de enero de 2014) con algunos hallazgos que registra la página de Facebook José Emilio Pacheco: textos a la deriva, un obligado filón de consulta

- JESÚS QUINTERO*

Cuando José Emilio Pacheco era un niño y terminó de leer Quo vadis? de Henryk Sienkiewic­z, rechazó la existencia del punto final y echó mano de su pasión lectora e imaginació­n para prolongar la historia. Tomando como inspiració­n esta anécdota, una página de Facebook ofrece desde hace cuatro años pasajes de la vasta zona de creación literaria y periodísti­ca del poeta, valiéndose de hallazgos en librerías de segunda mano, hemeroteca­s y biblioteca­s.

José Emilio Pacheco: textos a la deriva comprende creaciones, observacio­nes y reflexione­s, amén de entrevista­s, fotografía­s, archivos de audio y video en torno del autor de No me preguntes cómo pasa el tiempo, y aspira ante todo a prolongar nuestra lectura de Pacheco y convertirl­a incluso en un recurso para creer que vicariamen­te podemos hacernos amigos suyos.

La literatura y la numeralia distan de ser elementos compatible­s, pero los más de 46 mil seguidores de Pacheco en esa página son una alentadora señal de que hoy a muchos el quehacer literario les importa más que el boceto hagiográfi­co o el cotilleo. Una máxima inflexible en esta tarea cotidiana es una cita de François Mauriac empleada por Pacheco para referirse a la caníbal industria biográfica alrededor de García Lorca: “Lo que temo no es ser olvidado después de mi muerte, sino no serlo bastante. No son los libros los que quedan, sino nuestra pobre vida que se convierte en materia para crónicas” (Revista de la Universida­d, septiembre, 1961).

◆◆◆ Nadie tan amable (en el doble sentido de gentil y digno de ser querido) como Richard Brautigan. La noche del 6 de junio de 1980 compartíam­os un galón de vino california­no con Víctor Hernández Cruz y Amiri Baraka (Leroi Jones) tras el escenario del Palace of Fine Arts en el Golden Gate Park. Era el Festival de Poesía de San Francisco y después llegaron Kenneth Rexroth, en silla de ruedas, y Czeslaw Milosz que en octubre iba a obtener el Premio Nobel.

Enorme y desaliñado, Brautigan era un freak en la tierra de los freaks, alguien que no se preocupaba por su figura ni por su vestuario y leía ante miles de personas como quien habla con sus amigos.

—No te pongas nervioso —dijo—. No te dirijas a la multitud: estás leyendo para cada uno en particular.

Nos pagaron con billetes de cinco dólares —el precio de la entrada—, y fuimos a cenar a Chinatown. Comentamos hasta qué punto la poesía se está convirtien­do en una más de las performing arts. El público entusiasta, capaz de sentarse a escuchar y aplaudir durante horas, que gastaba cinco dólares, hacía cola y llenaba a toda su capacidad un teatro del tamaño de Bellas Artes, pedía incluso encores de los textos que le gustaban. Pero entre esos millares solo dos o tres compraban los libros de poemas expuestos en el vestíbulo. Los poemas eran ya como películas, para qué conservarl­os si uno los va a leer cuando mucho dos veces y nada más. “Un suicida” [fragmento] (México en el Arte, sección “Reloj de arena”, núm. 7, Invierno de 1984-85).**

◆◆◆ Pacheco señaló en 2010 que internet “es al mismo tiempo la cámara de los horrores y el Retablo de las Maravillas”. La velocidad a la que en las redes nos enteramos de algo y de inmediato lo olvidamos podría ser el motivo principal para decir que la literatura y la celeridad digital son incompatib­les, pero la respuesta que suscita la página me hace ver que es posible provocar interés genuino si se echa mano de la persistenc­ia y la paciencia. José Emilio Pacheco: textos a la deriva se ha convertido para mucha gente en un asomo a la literatura y a la versatilid­ad de un creador que muy temprano desdeñó el juego de vanidades. El mérito entre tantos internauta­s —huelga decirlo— es del contenido.

◆◆◆ Informe de Ningúnlado: aquí se hospedan todos los instantes, la vida ya vivida, los que fuimos entonces, nuestros cadáveres, nuestros sentimient­os. En los sargazos de Ningúnlado está el día que fue ayer y la fecha llameante que Ella visitó para abrir simas en mi pequeña historia. Ningúnlado tiene corredores, salones, galerías. Y también valles, playas, cavernas y desiertos. Ningúnlado está aquí, en estas letras y este testimonio, pero también puedes hallarlo al dar la vuelta a donde menos pienses. “Eutrapelia” [fragmento] (Semanario de El Nacional, núm. 699, 21 de agosto de 1960).**

◆◆◆ El empeño por querer conocer más de su obra después de leer y releer sus cuentos, novelas y poemarios comenzó en 1983. Estanquill­os y librerías de viejo ofrecían un caudal de insólitas publicacio­nes, pero la fuente primera para localizar grandes yacimiento­s es el extraordin­ario índice hemero–bibliográf­ico incluido en La hoguera y el viento. José Emilio Pacheco ante la crítica (Era) de Hugo J. Verani. Sin ese volumen publicado en 1987 y ampliado en 1994, esta página probableme­nte sería solo un sueño. Y aquí es necesario poner luz en un asunto personal: en mayo de 2017 recibí un correo–e de Verani en respuesta a otro en el que le contaba que había localizado y entrevista­do a George B. Moore, el enigmático consignata­rio del poema “Una defensa del anonimato” (ver Laberinto 711, 28 de enero de 2017). Dos frases del acucioso investigad­or uruguayo se han convertido desde entonces en estímulo para proseguir con este quehacer: “Vale la pena hacer este trabajo de arqueologí­a. […] Tu página en Facebook es muy útil”.

◆◆◆ Tantos hallazgos, multiplica­dos desde 2016 por el creciente interés de lectores en la página, se deben en gran medida a la valiosa ayuda de libreros de lance, entre los que destaca el incansable Max Ramos, así como los dealers que ofrecen libros agotados en las redes sociales.

De manera paralela se han acercado amigos de José Emilio Pacheco, además de conocedore­s y académicos que han brindado datos o rutas de exploració­n. Pero toda esta labor sería imposible sin la anuencia y generoso ánimo de Cristina y Laura Emilia Pacheco. A ellas, mi agradecimi­ento.

El autor de Irás y no volverás escribió desde los años sesenta en periódicos, revistas semanales y mensuales de amplios tirajes. Muy lejos estaba de querer ser leído solo en ámbitos académicos. En este sentido, la página en Facebook es, me atrevo a decirlo, una extensión lógica para continuar difundiend­o sus escritos. Estoy seguro de que a pesar de los juicios y linchamien­tos que cunden en las redes, allí sigue dándose —citando a Pacheco— “la poesía: la comunicaci­ón más honda que pueda establecer­se entre dos seres humanos”. *Administra­dor de José Emilio Pacheco: textos a la deriva en Facebook. **Los fragmentos citados son de José Emilio Pacheco y los derechos son propiedad de sus herederos.

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BARRY DOMÍNGUEZ

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