La feminidad vulnerable
En uno de los 25 relatos que se dan cita en La última oveja del Ángel Exterminador, ante nuestros ojos se extiende un largo bulevar flanqueado por gradas donde se han acomodado los ancianos y los niños, vigilado además por cámaras que sirven de ojos a un grupo de jueces calificadores. La atmósfera remite a un concurso de belleza o a una puesta en escena de los mecanismos de control social. Un grupo de mujeres avanza temeroso de violar la Ley de Convivencia Estética. La muerte por lapidación aguarda a las infractoras.
De la cirugía reconstructiva, de recobrar la apariencia juvenil, de vestir a la moda o padecer la envidia de una madre empecinada en seguir despertando la pasión de los hombres, de talles perfectos y nalgas celulíticas, de los diuréticos nunca suficientes y la incapacidad para ir más allá de la piel tratan esos relatos y uno se siente avasallado por la ironía y la suficiencia con las que Alejandra Junco ha sabido imponerse a la frivolidad hasta desmontar algunos de sus mecanismos.
El feminismo sin mácula, el feminismo que condena a Margaret Atwood, podría llamar a cuentas a La última oveja del Ángel Exterminador por elevar —o reducir— a la mujer al rango de especialista en afeites y vómitos provocados en baños públicos. Erraría el tiro, como casi siempre, pues antes que en una definición, o tal vez en una sátira costumbrista, Alejandra Junco piensa en la feminidad vulnerable a la conservación del atractivo físico como un elemento fundamental para proyectar un mundo en el que postergar o incluso vencer a la muerte no es la tarea humana más importante sino la única. Esa proyección tiene a veces la forma de la parodia del cuento infantil (“Tallas infantiles”, “Para comerte mejor”), la ciencia ficción (“Caballeros: uno siempre quiere más”, “Damas: la última oveja del Ángel Exterminador”), la utopía eugenésica (“Casa de retiro para damas”).
Alejandra Junco no encuentra atractivo alguno en el dictamen sociológico o la militancia colérica. Quizá por eso sus relatos se mueven entre el absurdo y la realidad dislocada. Las mujeres que los habitan son frívolas porque son desgraciadas, no por obra y gracia de anatemas patriarcales. Vean, para mejores señas, a la protagonista de “Predicciones”, una madre que se asoma a su futuro con ansiedad. Luego de pagar los buenos oficios de una gitana, no tiene más respuesta para sus desgracias que las torpezas o los descuidos de sus hijos.
Así, con aparente sencillez, y haciendo creer que la suya es una mirada superficial, Alejandra Junco ha podido concertar la unión de las ambiciones y las insatisfacciones femeninas.