Amor sin transgresión
El amor es el gran transgresor. Por eso suponer que se puede contar una película de amor sin transgresiones es iluso. No discuto que la idea detrás de Llámame por tu nombre sea que la homosexualidad es natural. Tampoco que los personajes sean incapaces de preguntarse por qué sienten lo que sienten. En alguna parte habrá un muchacho de 17 años que se enamorará del alumno de su papá que le lleva 30 años. Y todos lo verán normal. El problema es que, si de verdad es tan natural el amor entre estos dos, Llámame por tu nombre es tan insulsa como ver llover nada más.
Elio vive en un idílico pueblo italiano; compone variaciones sobre un tema de Clementi con todo el talento que le faltaba a Tadzio en Muerte en Venecia. Pero justamente Muerte en Venecia era interesante por lo transgresor de los deseos, mientras que Llámame por tu nombre es aburridísima. Hay las obligadas escenas de sexo, pero nada comparable con La vida de Adèle, que sí es buena. El único obstáculo que los amantes superan es la edad. Pero como si todos supieran que Humbert se está acostando con Lolita y aplaudieran conmovidos diciendo: eso es amor.
Me preguntaba por qué en el ambiente hollywoodense y moralino esta película habría recibido cuatro nominaciones al Oscar. ¿Van a premiar la historia de la relación entre un menor y un cuarentón? ¿A dónde se fue la histeria? La respuesta está en el monólogo final. Papá dice al hijo que ser homosexual es muy normal. Tanto que él mismo se sintió atraído por otros hombres en su juventud. Llegados aquí el monólogo sabe a ideología porque la película no construyó ningún conflicto.
James Ivory escribió Maurice hacia 1987. Hoy vuelve a tocar el tema y es una lástima pues este extraordinario guionista quiso construir un drama en torno a una serie de prohibiciones, mentiras y misterios: todo aquello que nos mantiene al borde del asiento. Pero Luca Guadagnino, el director, confunde la ligereza con la estulticia. Con este guión François Ozon hubiera creado una obra maestra porque sin caer en moralismos hubiera hecho personajes más humanos: llenos de culpas, de miedo, de deseos de transgredirlo todo en un auténtico beso de amor.