UNA NOVELA INÉDITA DE ISAAC BASHEVIS SINGER
De entre los títulos inéditos de Isaac Bashevis Singer, Stock ha rescatado en Francia una ácida novela que retrata la vida de la comunidad ashkenazi en Varsovia a principios del siglo XX, relato en el que abundan las prostitutas, los proxenetas, los raterillos, los vagos y todo tipo de truhanes, personajes característicos en la obra del también autor de El mago de Lublin. La siguiente es una lectura que incluye fragmentos de este nuevo libro, acompañada de un comentario sobre los Cuentos, recién editados en español por Lumen
Isaac Bashevis Singer (1902–1991) es en buena medida el relator del mundo ashkenazi de principios del siglo XX. Hijo y nieto de rabinos, conoció a la perfección la cultura yiddish que fue, a la postre, el sustrato de su literatura. Su abundante obra aún cuenta con libros inéditos como la novela Keila la Roja, recientemente publicada en Francia luego de haber sido olvidada por motivos inciertos. Su verdadero nombre era Jeremiah Eliezer Holtzman pero, en la calle Krochmalna, nadie tenía la paciencia de pronunciar un nombre tan largo, de modo que lo llamaban Yarmy, alias Polilla. Su mujer, Keila Leah Kupermintz, era conocida como Keila la Roja, debido a su exuberante cabellera pelirroja. Polilla tenía sus orígenes en esas bolitas espinosas que los niños arrojan el noveno día de Av 1 al cabello de las niñas o a la barba de los mayores y que resultan muy difícil de quitar. Yarmy adoraba lanzar puyas a sus amigos y a sus mujeres.
A sus 32 años, contaba ya cuatro visitas por robo a la prisión de Pawiak —su especialidad eran la cerraduras—. También había sido arrestado varias veces por trata de blancas. A sus 29 años, Keila la Roja se había distinguido sucesivamente en tres burdeles, uno en la calle Krochmalna, otro en la calle Smocza y el último en la calle Tomkes. Itche el Ciego había sido su primer chulo. Yarmy la conoció en una de las guaridas de rufianes de la calle Krochmalna. Luego de haber pasado un día y una noche con ella, la llevó con el rabino de la calle Stavsky para que los casara. Éste no cuestionaba a los que iban a buscarlo para casarse o divorciarse. Se contentaba con embolsar los tres rublos que costaba el servicio y llenaba los formularios correspondientes.
Era 1911, seis años después de la revolución. Tal es el inicio de Keila la Roja, novela de Isaac Bashevis Singer que permaneció inédita hasta principios de esta década. La novela es una de esas obras que siguen un camino peculiar. Se ignora cuándo fue escrita por el Nobel polaco–estadunidense. Se sabe, sin embargo, que fue publicada por entregas entre diciembre de 1976 y octubre de 1977 con el título Yarmy un Keile, en Forverts, el diario yiddish de Nueva York donde Singer publicó la mayoría de sus escritos. De igual modo se ignora la fecha en la que fue traducida al inglés por Joseph Singer, sobrino del autor y uno de sus principales traductores en los años sesenta y setenta. Singer solía colaborar en las traducciones de sus libros al inglés; el escrito a máquina de la novela tiene varias anotaciones de su puño y letra. Extraordinariamente, el texto nunca fue publicado en un solo volumen, hasta que en 2011 Yedioth Books lo publicó en Israel. Las especulaciones del porqué comienzan en este punto.
El tema escogido por Singer es crudo pero no le es ajeno: la vida de la comunidad ashkenazi en Varsovia a principios del siglo XX. A diferencia de sus otros libros, en Keila la Roja hay una imagen sombría y sin concesiones de la cultura yiddish, un mundo de colores vivos que tras la Primera Guerra Mundial comenzó a declinar inexorablemente. Los traductores de la novela al francés, Marie–Pierre Bay y Nicolas Castelnau–Bay, sugieren que la visión del judaísmo en la novela era políticamente incorrecta para que el editor histórico de Singer en Estados Unidos, Roger Straus, se decidiera a publicarla. De igual modo, especulan que debido a la visión “muy oscura” de la humanidad, Keila la Roja pudo haber sido escrita a principios de la década de 1950, cuando el efecto de la Segunda Guerra Mundial estaba aún muy presente. La anécdota de la novela revela un universo de vividores, asaltantes, prostitutas, contrabandistas, proxenetas y matronas, personajes a la deriva que pueblan una Varsovia atávica. A la pareja de traductores franceses no les parece desmedido que las entregas para el diario Forverts hayan sido publicadas bajo seudónimo. Cuando Yarmy y Keila aparecieron, los otros les abrieron paso hasta el lecho del enfermo. Itche levantó una mano para saludarlos. Había trocado a Keila la Roja por la gorda Reitzele —solo para arrepentirse más tarde—. Cuando Keila y Yarmy se habían casado, les había mandado como regalo 50 rublos. No era frecuente que una mujer, habiendo trabajado en tres burdeles, se casara y, además, con alguien tan educado como Yarmy, casi un semi–intelectual. Eso constituía una señal enviada a todas las putas de Varsovia, para que no perdieran la esperanza de que les pasara lo mismo, una prueba de que el amor reinaba aún sobre el mundo, pese a que estuvieran sumidas en el fango. A veces, un padrote se prendaba de una chica y la sacaba de su burdel pero, después, partían para América o Sudáfrica y no se volvía a saber de ellos. Polilla Yarmy y Keila la Roja se habían quedado en la calle Krochmalna. Frecuentaban todos los días el número 6, jugaban cartas y dominó, o simplemente charlaban. Sin embargo, Yarmy no se había retirado del todo de los negocios. Le gustaba dedicarse a ciertas actividades ilícitas y la gente le tenía confianza, igual que, de forma implícita, a Keila. La protagonista de la novela contiene en su nombre buena parte de su historia. Prostituta retirada, busca enmendar el camino mediante un matrimonio por amor con un rufián de barrio. Salir del bajo mundo es en sí una proeza de magnitudes novelescas; todos los elementos de la tragedia están sembrados en vidas como las de los personajes de este libro. Si bien Singer es afín en la temática de Keila la Roja al mundo descrito por su contemporáneo Joseph Roth, omite la melancolía y la nostalgia del escritor austriaco y aporta un notable toque de cinismo y humor. La calle Krochmalna, donde Singer vivió antes de emigrar a Estados Unidos, es el territorio literario del autor de El mago de
Lublin. Se trata de la zona empobrecida de
la comunidad ashkenazi en Varsovia, en donde se solía decir irónicamente que un judío de la época podía arribar y sentirse como en casa.
Esta novela es un semillero de personajes que Singer utilizará en obras futuras. Tal es el caso de Max, cuyo peso narrativo sacude los destinos de Keila y Yarmy. Max el Cojo es un judío que ha hecho fortuna en Nueva York y Buenos Aires y que está de regreso en Varsovia por mero capricho. En el pasado compartió celda con Yarmy y cama con Keila; volverlos a ver es parte del círculo vicioso del que nunca logran sustraerse los habitantes de la calle Krochmalna. —Oh, Yarmele, en cuanto te fuiste vino y me cubrió de besos y yo no podía acordarme de quién era. Quiere que vaya a comer algo con ella después de la obra. —¿Quién es? —Es del burdel de Potcherov. —¿Una de tus ex matronas? —Cuñada de una. Yarmy vaciló un momento antes de proseguir: —Yo también me topé con alguien. Keila, no podemos andar por aquí sin que alguien nos reconozca. Vamos a tener que irnos de Varsovia de una vez por todas —añadió cambiando de tono.
—¿Pero a quién te encontraste? —preguntó Keila.
—A un tipo que estaba en la prisión del Arsenal cuando yo estuve, hace como seis años. Después se fue a América o a no sé dónde diablos. Y de repente, helo aquí. —¿Quién es? —Max el Cojo. —¿Max el Cojo está en Varsovia? —¿Lo conoces? —Iba a Potcherov. Sí, lo conozco —respondió Keila con voz sofocada. Yarmy se estremeció. —¿Fue tu padrote? —No, claro que no. Siempre había problemas con él. Es un verdadero payaso, nos hacía morir de risa. Para eso sí es bueno. —¿Te acostaste con él? —le preguntó con la voz temblorosa.
—No. Quizá —tartamudeó Keila—. ¿Por qué tantas preguntas? Sabes quién soy. Siempre has dicho que el pasado es el pasado y que no tiene importancia para ti. —¡Silencio! Se alzó el telón. Yarmy tenía un nudo en la garganta y las orejas ardientes. “¿Qué me pasa?”, se preguntó.
De pronto se sentía invadido por la pena de ser lo que eran, él y la mujer a la que había escogido. “Urge que me vaya de aquí, que desaparezca en el fin del mundo”, decidió. “Por otro lado, debo amarla de verdad para ponerme así de celoso”.
Recordó una broma a propósito de un tipo que había apostado que podía tragarse un tazón de estiércol. Cuando llevaba la mitad, comenzó a vomitar y, cuando le preguntaron por qué, respondió: “Me salió un pelo”. La obra de Isaac Bashevis Singer es abundante sobre todo como cuentista; hoy en día sigue teniendo libros inéditos. En esta novela, cuyo original se encuentra en los archivos Singer de la Universidad de Texas en Austin, están presentes los grandes temas de su obra: el mundo de la judería en Europa del Este y sus conflictos inherentes. Autor singular que escribió en yiddish, decidió que las traducciones de sus obras a otras lenguas se hicieran a partir de las versiones en inglés. Mucho se ha especulado sobre esas versiones debido a lo directo y más simple que es el inglés comparado con el yiddish —y con casi cualquier otra lengua—. Lo cierto es que sus cuentos y novelas son un registro de gran valor histórico y literario. Con esta publicación, la editorial francesa Stock da continuidad a la difusión del escritor galardonado con el Premio Nobel en 1978. L 1 Mes del calendario religioso judío. El 9 Av conmemora la destrucción del Primer Templo por los babilonios y del Segundo Templo por los romanos. Fragmentos tomados de Keila la Rouge, Ed. Stock, 2018.