Milenio - Laberinto

EL SABIO POLACO

- ROBERTO PLIEGO

Cuán diversa es la galería de tipos humanos que habitan los Cuentos (Lumen, México, 2018) de Isaac Bashevis Singer. Está, por ejemplo, el doctor que ha dedicado treinta años de su vida al estudio de la Ética de Spinoza; está el dueño del molino abrasado por el pecado de la lujuria; el tonto del pueblo a quien la mala fortuna no le impide dirigir una mirada de agradecimi­ento hacia el cielo; el estudioso del Talmud y la Cábala convertido al cristianis­mo; la puta altanera que después de robar toda la fortuna de un marido infiel termina muriendo en un albergue miserable; o el Gran Corruptor, Satanás, el Maligno.

Los Cuentos son 47 y en 1981 fueron selecciona­dos, de entre un centenar y medio, por el propio Isaac Bashevis Singer. Tan diversa nos parece esta galería de tipos humanos como la geografía por donde se mueven. Nueva Jersey, Miami, Nueva York, Frampol, Yákov, Cracovia, Kreshev, Lublin, las comunidade­s judías de Polonia y del centro de Europa, sirven de escenario al juego, perdido de antemano, de las pasiones humanas.

Pues las pasiones son la fuente y el propósito de los Cuentos. Dice Isaac Bashevis Singer en la nota introducto­ria que, frente al rechazo a justificar todos los males que anuncia el futuro, “El arte, en su cima más alta, no puede ser más que un medio para olvidar por unos instantes el desastre humano”. Así que solo instantes llegan hasta nosotros, siempre con un plan definido, que encima de todo combaten el aburrimien­to.

Isaac Bashevis Singer despliega su asombrosa capacidad de embrujo cuando se entrega a la forma pura del relato. En vista de que su propósito mayor es contar una historia, casi a la manera de los juglares que hace ya mucho tiempo se ganaban la vida saltando de aldea en aldea, su estilo es un elemento al servicio de las acciones, los pensamient­os y las palabras de sus personajes. Se diría que flota sobre ellos, como una nube invisible.

Pero qué nos dicen esos personajes. En primer lugar, que los hombres persiguen el placer del momento y que ese placer contradice a la razón. En segundo lugar, que la sabiduría es una meditación sobre los extraños caminos que elegimos para celebrar la vida. Tales caminos pueden conducir, sin embargo, hacia el infierno o hacia el olvido de uno mismo; también, por una intervenci­ón bendita, hacia una ética que pone al hombre por delante de dios.

El Isaac Bashevis Singer de los Cuentos está enamorado de la especie humana porque en ella no encuentra más que vicios y defectos. Así es de paradójico y por eso ha escrito: “Yo, un demonio, soy testigo de que ya no existen más demonios. ¿Para qué tendría que haberlos cuando el propio hombre es un demonio? ¿Para qué incitar al mal a alguien que ya está convencido? Soy el último de los incitadore­s”. L

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