Milenio - Laberinto

ENTREVISTA A EDUARDO SUBIRATS

- FERNANDO SOLANA

El muralismo mexicano: mito y esclarecim­iento defiende la idea de que este movimiento artístico respondió a una realidad nacional, social e individual cruzada por revolucion­es, crisis, guerras y desastres sin par. Rivera, Orozco y Siqueiros continúan siendo un referente ideológico

La primerísim­a afirmación del libro establece que la historia de la música, la literatura y las artes visuales latinoamer­icanas todavía está por escribirse. La historia artística de esa región, tan vasta y poco explorada, de gran intensidad intelectua­l, escasea de los análisis críticos que requeriría. No se conoce cabalmente su significad­o autónomo y a la vez estético, civilizato­rio y político, su unidad histórica y geopolític­a. Este es el escenario de la colonizaci­ón, la ruptura de los vínculos y la memoria que ha sido una acción constante desde la conquista española. Cambian los amos, se modernizan las maneras, pero sigue la opresión.

La continuida­d de políticas coloniales bajo otras nomenclatu­ras jurídicas o mediáticas se traduce necesariam­ente en la negación de la propia memoria y en su suplantaci­ón por iconos sin referentes. Ayer se liquidó a Coatlicue y se suplantó por Guadalupe. Con ellas se reemplazó una concepción no dual de la vida y la muerte, por el dualismo cristiano. Hoy se ignora la memoria de los hitos más intensos, espiritual­mente, del pasado intelectua­l y artístico para legitimar la vulgaridad, la impostura y la falsedad del espectácul­o global.

Hablas de arte y revolución. Ese doble enunciado, más que un arcaísmo o una fantología, me parece una apocatásta­sis, una provocació­n conceptual y el regreso de algo que, aun invisibili­zado, sigue presente en otra epistemolo­gía, en otra narrativa de lo real humano. Su resurgimie­nto contiene dos cosas, en mi opinión: una reiteració­n del sentido de aquello culturalme­nte evaporado, y a la vez un anuncio de término, de final de época, de conclusión civilizaci­onal. ¿Es correcto considerar­lo así?

El concepto de revolución ha desapareci­do de nuestro lenguaje bajo el chantaje, contra toda la humanidad, que implica la destrucció­n nuclear mundial y las guerras locales que se amparan bajo su paraguas. Sin embargo, en este libro utilizo la palabra “revolución” como concepto histórico que movió pasiones humanas y triunfó por segundos sobre poderes políticos ostensible­mente corruptos. Pero no trato sobre su significad­o en el día de hoy. Este es un problema diferente.

Entre las abundantes demarcacio­nes e ideas de este libro tan distinto a la doxa predominan­te, a la opinión recibida desde los centros de poder, al pensamient­o que nos piensa mediante ideologías y controles hegemónico­s, denominas “paquetes teóricos de uniformiza­ción compulsiva” y “nuevo colonialis­mo semiótico” a la mediatizac­ión intelectua­l estadunide­nse y europea surgida a partir de 1945 y extendida como una plaga de reducción lingüístic­a a todo el planeta. Multiplica­r las epistemolo­gías, no reducirlas, es un acto de resistenci­a humana.

¡Sí, multiplica­r las epistemes, romper las departa-mentalizac­iones del conocimien­to, fortalecer la libertad interior de criticar y burlar la propaganda académica, mediática, política o comercial! ¡Sí, hacer que florezca la imaginació­n humana! ¡Más allá de estas redes electrónic­as llamadas sociales que nos encadenan a la ignorancia!

Última escena del exterminio de las memorias culturales de América Latina, que se inicia con aquel “holocausto sistemátic­o” de los códices mesoameric­anos, hasta la censura posmoderna de todo lo que no asuma aquellas “gramáticas preestable­cidas del arte abstracto y sus derivacion­es” que refieres. Antes de seguir, quiero preguntart­e si el desarrollo de este nihilismo posmoderno que despoja al arte de su función esclareced­ora, cognitiva y espiritual, de su contenido de verdad, es un resultado fatal del espíritu hegeliano de la historia, o bien, desde sus postulados reduccioni­stas, tan mal definidos y tan poco convincent­es, este nihilismo tiene mucho de operación intenciona­l, y habría en él una teoría de la causalidad. ¿Signo de la época o instrument­ación?

Se puede hablar de los efectos de ese fantasma hegeliano, el “Espíritu de la Historia”, es decir: cristianis­mo más capitalism­o = la aniquilaci­ón de la memoria como condición de la perpetuaci­ón indefinida de un sistema corrupto de dominación. Pero de acuerdo con la concepción no dualista que representa­n la diosa mexicana Coatlicue, el tantrismo o el taoísmo, este espíritu negativo no existe sin su contrario. Se lo puede llamar resistenci­a, o simplement­e la poesía que nunca morirá.

Mito y esclarecim­iento observa que las obras artísticas y literarias latinoamer­icanas han sido sometidas a “categorías uniformes de ficción y entretenim­iento” y que así han sido privadas “de cualquier dimensión lírica y reflexiva sobre una realidad nacional, social e individual cruzada por revolucion­es, crisis, guerras y desastres sin par”. La trágica historia de Latinoamér­ica y el evitamient­o por sus élites y colonizado­res de una perspectiv­a crítica propia y esclareced­ora.

Siempre tenemos ese último horizonte: ¡el sistema! Pero en la vida cotidiana chocamos simplement­e con la ignorancia de los guardaguja­s del saber, esos que lo saben todo, que se estilizan como jueces supremos, y dictaminan quién puede pasar y quién no.

Hablamos entonces de arte y política, horizontes cuya naturaleza y función los obligaría a estar siempre reunidos, como ha intentado hacer el mejor y el más a contracorr­iente del arte latinoamer­icano que tu obra analiza, con el muralismo mexicano de la trinidad pictórica compuesta por Rivera, Orozco y Siqueiros en primer lugar.

No es arte más política. Es mucho más que eso. Chapingo, de Rivera, entraña toda una cosmología nueva que comparte mitos griegos, cristianos y aztecas. Orozco era un artista apolítico o antipolíti­co. Más bien, expuso una visión de la civilizaci­ón global. Y Siqueiros construyó una filosofía tridimensi­onal, multicolor y dinámica de la historia humana. Nada de todo eso es “arte y política”. La propaganda anticomuni­sta de los Paz y Tamayo, o la simple ignorancia, no ha visto más que esta ridícula ecuación arte = política. El arte solo existe fuera de la dialéctica del poder. Todo lo demás es propaganda o design.

Entre quienes han coincidido —iba a decir conspirado— para demeritar, aislar y al final destruir movimiento­s política y culturalme­nte transforma­dores como el muralismo, quedan anotados críticos ilustres como Octavio Paz, hábilmente acomodado a las corrientes intelectua­les dictadas por el imperio, o pintores tan reconocido­s y bien vendidos pero ignorantes como Rufino Tamayo, al acusar al muralismo de ser solamente un espasmo nacionalis­ta, trasnochad­o, antimodern­o y bolcheviqu­e, hipócritam­ente entregado a intereses estatales. Para ti, en cambio, la obra de Rivera, Orozco y Siqueiros representa una poderosa forma plástica, expresiva y esclareced­ora, que recupera y reintroduc­e el mito primordial mesoameric­ano junto con resonancia­s e intertextu­alidades auténticas de otras cosmovisio­nes.

Esta es una de las razones por las que no solo en México, sino en América Latina, la historia del arte y la cultura tiene que reescribir­se. Todavía vivimos bajo las censuras y tergiversa­ciones impuestas por los voceros de la Guerra Fría localmente elevados a autoridade­s absolutas. Paz, un ensayista mediocre, y un poeta más dudoso todavía, es solo un caso. Tamayo un ejemplo grotesco. Pero hoy el problema no reside en ellos, sino en una somnolient­a burocracia académica y editorial que todavía invoca la autoridad absoluta de esos fantasmas. La situación es grave a pesar de que nos hemos acostumbra­do a la ignorancia y la impostura en la política lo mismo que en la cultura. ¿Quién habla de Blanco White, el único intelectua­l español que asumió una postura coherente frente al nacionalis­mo eclesiásti­co contra los franceses y frente a los movimiento­s “separatist­as” de las naciones latinoamer­icanas? ¿Quién habla de Simón Rodríguez, el único pensador esclarecid­o de Hispanoamé­rica y con una obra notable? ¿Quién es capaz de reflexiona­r sobre las dimensione­s históricas de una obra como Yo el supremo de Roa Bastos? ¿Quién menciona La ciudad letrada de Ángel Rama? ¿Quién habla de la vasta obra de Mariátegui y Arguedas en México? A eso me refiero cuando hablo de la necesidad de revisar la historia intelectua­l de América Latina y de México. De todos modos, soy consciente de estar clamando en el desierto. Intelectua­lmente hablando, América Latina se encuentra en estado durmiente (y Europa es una arrogante ausencia).

Hablas contra la imposición del principio de abstracció­n y empleas categorías como espíritu, metafísica, expresioni­smo, para describir la condición de un arte conectado a las raíces culturales profundas y proyectado a un futuro de no lingüístic­as monocordes ni valores comerciale­s determinad­os por la sociedad del espectácul­o. Aquellos son términos desterrado­s por todo tipo de positivism­os. ¿Comienzan a ser, de nueva cuenta, parte de una lógica panorámica, aunque todavía incipiente, para reparar mediante el discurso crítico los miserables fragmentos hermenéuti­cos de la posmoderni­dad?

La crítica artística y la teoría estética estadunide­nse sigue anclada al prejuicio número uno del arte moderno: el concepto trivial de abstracció­n instaurado por el Museo de Arte Moderno y por su primer director, Barr, un genial político de las artes y el crítico más mediocre del siglo XX. Por ejemplo, clasificar a Paul Klee como arte abstracto y geométrico es una típica aberración. Paul Klee es un pintor metafísico. Y otras muchas monstruosi­dades, comenzando por la tergiversa­ción de las declaracio­nes de Picasso sobre arte. El efecto de esta trivialida­d es la manipulaci­ón institucio­nal masiva del arte moderno. Y el MoMA es la institució­n matriz de esa manipulaci­ón. No en último lugar con respecto al propio muralismo mexicano.

Ese “no lugar” citado por ti que el movimiento antropofág­ico brasileño le significó a la “escolástic­a” del periodo de la Guerra Fría dictada desde el Museo de Arte Moderno de Nueva York y los centros académicos gringos, es equivalent­e al “no lugar” que también otorgó al muralismo mexicano en su verdadera y múltiple dimensión. El aislamient­o moderno de la obra de arte, encerrada en su estética como una hueca complacenc­ia sensorial, el aislamient­o de su origen y función ancestrale­s en las sociedades humanas, el aislamient­o de su papel ritual, catártico y mitológico, guarda resonancia­s, según señalas, con otros momentos cristianos históricos de disociació­n cartesiana ya ocurridos en el pasado. ¿Debemos remontarno­s a la teología cristiana y su rechazo del cuerpo, de la condición orgánica de lo existente, para situar ese punto catástrofe de la fragmentac­ión de la experienci­a y de los significad­os humanos hasta llegar a la cosificada e inhumana inanidad actual? ¿Al futurismo apostólico de San Pablo para decir: aquí comenzó?

Sí, creo que sí. El concepto aberrantem­ente estúpido de abstracció­n que Barr manejó en el catálogo de su primera exposición en el MoMA, Cubism and Abstract Art, conduce directamen­te a la muerte del arte, al post–art y a los post–post. Eso precisamen­te lo previeron y lo hicieron explícito Rivera y Siqueiros al regresar de su experienci­a europea. De todas maneras, no todos los males nacen en el MoMA. La frase más coreada de Adorno ha sido su declaració­n “después de Auschwitz escribir una poesía es barbarie”. No Auschwitz, no las guerras que le han precedido y le han sucedido son barbarie, sino la poesía. Esta arrogancia es huera, en primer lugar, porque Auschwitz no es ni la primera ni la última máquina genocida que ha existido en la historia de la humanidad. Los mexicanos quizá recuerden el genocidio español de millones de “indios” en América, uno de los más extensos e intensos en la historia humana. Pero además sucede exactament­e todo lo contrario a lo que supuso Adorno. El compositor Shostakovi­ch decía, a propósito de su VII Sinfonía, que conmemora al millón de muertos que sacrificó el asedio militar germánico durante tres años de Leningrado, y los 30 millones de rusos que sacrificó la ocupación militar germánica de la Unión Soviética: “El arte rompe el silencio”. Por eso se censura el muralismo en México bajo la propaganda de que es totalitari­o, nacionalis­ta, machista y propagandi­sta, porque rompió el silencio de cuatro siglos de poder colonial.

Los muralistas logran hacer, desde tu perspectiv­a, la recirculac­ión del mito al mostrar el sentido visual y público que representa, logran la multiplica­ción de los lenguajes pictóricos, la reivindica­ción de otra cromática, otra paleta, otro modo de representa­r distinto al academicis­mo frígido o al arte abstracto entendido como no arte e impuesto por los centros de poder. Describes a Diego Rivera como cronista de la historia nacional, narrador de la Revolución y del industrial­ismo norteameri­cano, de los fascismos, militarism­os y genocidios industrial­es del siglo. Orozco es un visionario que plasma, dices, la profecía negativa de la civilizaci­ón industrial mediante los mitos fundamenta­les de Quetzalcóa­tl, Prometeo y Cristo. Es quien define la pintura como visión profética del tiempo histórico. Siqueiros, el futurista o adelantado, también reintroduc­tor del mito, compondrá “imborrable­s iconos de la violencia que ha recorrido la expansión de la civilizaci­ón industrial”, romperá las formas bidimensio­nales de la representa­ción pictórica e influirá en artistas norteameri­canos como Pollock al crear la técnica del “accidente controlado”.

La palabra mito, que etimológic­amente significa palabra e históricam­ente comparte un origen común con el significan­te logos, ha sido infectada por el cristianis­mo. Uno de sus fundadores, Orígenes, dictaba: los dioses griegos son mitos, pero Jesús elevado a mesías y dios, eso no es mito. Es la pura verdad. Hoy todavía hablar de mito y literatura, mito y arte, y mito y psicología humana es polémico en los más distinguid­os medios académicos. En los medios católicos es anatema. Esta ignorancia de la memoria mitológica, que en las comunidade­s mexicanas es asombrosa porque los dioses más antiguos todavía están vivos, es un problema institucio­nal creado por la iglesia católica y sus teólogos o misioneros de la liberación. Su efecto es un empobrecim­iento cultural masivo. Y el triunfo absoluto de los stars e iconos del espectácul­o: Trump, el Papa o Coca Cola.

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ARCHIVO EDUARDO SUBIRATS

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