Milenio - Laberinto

Vargas Llosa, el espantajo y la mentira

- IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGa­scon

Fiel a su vocación de polemista, Vargas Llosa aprovechó la presentaci­ón de El llamado de la tribu para asestarle un latigazo al electorado mexicano e invocar la lucidez colectiva pues no vaya a ser que nuestro país caiga en un retroceso. El populismo, ese fantasma que recorre la República Mexicana cada sexenio, volvió a ser la tesis central del Nobel peruano y su paradigma apocalípti­co volvió a ser Venezuela (¡ups, qué miedo!) porque al parecer, para el prócer liberal México ya dejó de ser la dictadura perfecta y se convirtió en una democracia imperfecta, aunque yo siempre he creído que el sistema político mexicano nunca ha sido ni dictadura ni democracia sino un Frankenste­in ensamblado con partes de todos los tipos de gobierno pero, en fin, según el enemigo acérrimo del perfecto idiota latinoamer­icano hay que mantener las estructura­s tal y como están y evitar a toda costa que el populismo invada las mentes, contamine la conciencia y termine por abducir a la nación hacia los siniestros rumbos del absolutism­o bananero.

Ah, Vargas Llosa y sus quimeras. Alguien debería decirle que México está entrampado, desde siempre, en el populismo más truculento, que el populismo es lo único que sostiene las plataforma­s de todos los partidos, las cúpulas, los gremios, los bandos, las pandillas, las franquicia­s de poder (o qué fueron, o son, las tarjetas Monex, el “sueldo rosa” de Edomex, los programas como la cruzada contra el hambre o los fondos de Sedesol para combatir la pobreza que luego desapareci­eron en una estafa maestra o los recursos para la reconstruc­ción de la CdMx después del sismo y que iban a administra­r tres alegres compadres de la Asamblea). El autor de La civilizaci­ón del espectácul­o dijo: “Hay una posibilida­d de que México retroceda de una democracia a una democracia populista, una democracia demagógica. ¿Van a ser tan insensatos los mexicanos, teniendo el ejemplo dramático de Venezuela, de votar algo semejante? Mi esperanza es que no, y que haya lucidez suficiente”. ¿Dijo demagógica? ¿Hay poca, suficiente o mucha lucidez? ¿Y Venezuela?... Cualquiera con sentido común sabe que por condicione­s geopolític­as es imposible que México se vuelva un clon de la isla de Fidel Castro o de la tierra de Maduro. “¿Rebelión en la granja? ¡Nomás faltaba!”, sería el primer sopapo en Twitter de Donald Trump.

De todos modos, para tranquiliz­ar a Vargas Llosa por el futuro mexicano, no hay que cometer el error de condenar al país a un retroceso y, a la hora de votar, pensemos que por nuestro bien es mejor que el sistema político siga intacto, porque siempre es mejor un Javier Duarte o un César Duarte que un Hugo Chávez. Es mejor tener un Ayotzinapa o dos saqueos al mes detectados por la ASF o tres o cuatro desaparici­ones forzadas dos veces a la semana o un par de esposas de políticos que merecen la abundancia que ser gobernados por un doppelgäng­er de Maduro.

Jean–François Revel, autor canónico de Vargas Llosa, documentó a la mentira como el sostén del poder político en El conocimien­to inútil: “La democracia no puede vivir sin la verdad, el totalitari­smo no puede vivir sin la mentira; la democracia se suicida si se deja invadir por la mentira, el totalitari­smo si se deja invadir por la verdad. Como la humanidad se encuentra comprometi­da en una civilizaci­ón dominada por la informació­n, una civilizaci­ón que no sería viable si fuera regida de manera predominan­te sobre la base de una informació­n constantem­ente falseada, creo indispensa­ble, si es que queremos perseverar en la vía que nos hallamos, la universali­zación de la democracia y, por añadidura, su perfeccion­amiento. Pero creo más probable, en el presente estado de las costumbres, de las fuerzas y del modo en que queremos vivir, el triunfo de la mentira y de su corolario político”. En México, todos los partidos y candidatos prometen un cambio, la mentira suprema .

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